Es un discurso peligroso el instalado en los últimos tiempos en nuestra sociedad, un discurso de consumo fácil y cargado de demagogia aseverar que la ideología y la política son el gran mal de nuestra sociedad y que ahuyentar a la una o a la otra de los programas electorales es una especie de marchamo de garantía que asegura el buen hacer de los que postulan esta falaz aseveración.
Esta ciudad, Marbella, lo conoce bien, aún paga el castigo de haber idolatrado a un sátrapa durante más de una década. GIL pudo gobernar, entre otras cosas, gracias a esa ausencia de ideología, una marca blanca, libre de los postulados tradicionales, y que escondía en su interior el huevo de la serpiente.
Decir que no se tiene ideología o subrayar que se es apolítico permite asumir la consecución del objetivo sin importar cuál sea el método para lograrlo, se abre la veda, por tanto del “todo vale”. Con la moción de censura del verano pasado tenemos otro ejemplo acontecido en esta ciudad. OSP siempre ha dicho a voz en cuello, para el que ha querido oír, que la ideología no hacía mella en el corpus de su programa electoral. Cada día desde entonces comprobamos el resultado de esta afirmación.
Lucir apoliticismo no garantiza la imparcialidad que se proclama, sino más bien equidistancia, y ser equidistante te sitúa en un lugar muy determinado ante los problemas.
Las próximas elecciones municipales, tan lejos, tan cerca, van a traer a Marbella uno o dos o tres proyectos apolíticos, sin ideología, y corean sus intenciones electorales con bases aparentemente nutridas. Eso se dice, eso se cuenta en los mentideros. Alguno de estos proyectos ya lo lleva bramando hasta el empacho en las plataformas virtuales. Otro se agazapa a la vista de todos y maniobra su partida de aquella manera. Un tercero enarbola lo peor de los nuevos vientos que asolan Europa. Los tres tienen en común eso, decirse, definirse, como apolíticos y los tres se alinean en el aparente hartazgo ante la política tradicional.
Yo quiero conocer el camino para conseguir el objetivo. Creo que el camino define.
No me vale el “todo vale”, ni tampoco la fórmula reduccionista de que todos los políticos son iguales (
ya expresé mi opinión al respecto en este mismo espacio), quiero conocer cuáles van a ser tus posibles aliados en la contienda y saber el origen de tu impulso hacia un lugar u otro.
Creo en la ideología y creo en la política, del mismo modo que creo que esta ciudad ya ha naufragado suficiente en esas otras aguas donde se fragua, tantas ocasiones, el espíritu espurio del interés, del ego, del huevo de la serpiente.