Por primera vez, a esta fecha del inicio de año aún no he incumplido ninguno de los propósitos que me había marcado para 2023. Parece un corto espacio de tiempo, más estrecha aún la voluntad necesaria si se incumpliera alguno, pero la experiencia de otros años me dice que es perfectamente posible incumplir ya, apenas a 10 días de iniciado, algunas de las promesa y propósitos que nos habíamos señalado a fuego en nuestro imaginario particular.
Quizá el truco esté en que para este 2023 no me he planteado ninguno de esos proyectos troncales que persiguen hacer tu vida mejor, en teoría, y que a al postre generan más frustración que otra cosa, sino continuar con los demandados en periodos anteriores.
Y todo se reduce al final en cuidarse mejor a uno mismo, cuidarse. Porque es el único camino para mejorar tu entorno familiar, amical, social y laboral, cuidarse a uno mismo para poder cuidar a nuestro entorno.
Por eso miro a Antonia y a Daniela con mejores querencias, o acompaño a mi ama mejor, o afronto las sesiones de gimnasio con mayor entereza o el régimen con mayor profundidad.
Entiendo que este es el principio básico de todo el movimiento que orbita a nuestro alrededor, fortalecer lo más próximo, fortalecerse uno mismo, para afrontar los retos que nos deparan el presente y el futuro más próximos.
Al final, quizá ese sea el único reto, el único propósito que deberíamos tener con cada cambio de ciclo, cuidarse, cuidarnos. Porque el único afán de superación debería consistir en estar mejor, ser mejor.
Por ahora parece que he encontrado una senda, sin propósitos que incumplir, que espero me lleve a dónde me gustaría estar. Un poco más allá, solo un poco más allá.