Hay un dicho anglosajón que dice “el diablo está en los detalles”. Así ocurre también en el duelo, en el tránsito de la pérdida irreparable, del abandono definitivo. Cuando fallece una persona a la que querías de manera incondicional, con sus luces y sombras que es como se quiere incondicionalmente, el hecho evidente de su fallecimiento ocupa todo el espacio posible en lo emocional y sentimental.
Está ahí, es imposible no enfrentarse a ello, no se puede obviar, ni se puede esconder, ni se puede soslayar. Es un hecho terminante en la vida y como tal ha de afrontarse. Estos días, cinco, lo he enfrentado con entereza.
Pero el diablo está en los detalles.
Cuando mi madre, mi ama, y yo revisábamos cajones y cómodas, carpetas, comienzan a asaltarte esos elementos en los que no habías reparado porque la pena troncal, central era enorme y no te dejaba verlos. Una tarjeta del autobús municipal a su nombre, un pañuelo blanco de tela, un gorro de lana, sus figuras de pingüinos que le regalaba Daniela, un bolígrafo de propaganda, su pulsera mexicana. Esas cosas pequeñas, cotidianas. Su última identificación del SAS en el Hospital Costa del Sol ‘BOGXXXX’.
Y luego está el gesto inconsciente. El intento de comentar el último resultado de la selección española de balonmano o la victoria del Athletic frente al Barcelona, la intención de llamarle por teléfono para decirle que estamos bien, esperar el wasap que enviaba cuando iba al cole a buscar a su nieta, pensar en comentarle que esa película de camioneros sobre hielo le podría gustar. Ese gesto que termina inconcluso cuando te percatas de que ya no.
Y es así como transcurren estos primeros días en su ausencia, entre el dolor de lo evidente y el sorpresivo dolor del detalle que te asalta cuando menos te lo esperas, en el objeto cotidiano, en el gesto inesperado.
Pero también en el detalle, en el detalle del trato y de la asistencia, se encuentra no solo el diablo, sino en el agradecimiento. La caricia, la almohada, el consejo, la palabra, la delicadeza.
Por tanto, solo queda agradecer a todo el personal del SAS que le trató desde su ingreso el 22 de diciembre en el Hospital Costa del Sol, especialistas, auxiliares, enfermeras, nutricionista. A su médica de cabecera la doctora Rubio, a la enfermera Noelia, al personal del 061. En el trato humano y apasionado de los profesionales sanitarios reside siempre el afán por la vida. Gracias.
Y a ti, aita, solo decirte agur. Agur aita, te veré en el monte, en el fuego, en Argalario y la Arboleda, donde creo que fuiste más tú, más feliz.
Y sí, nos encontraremos en los detalles, junto con el diablo.