Despunta el sol por levante, con cierta bravura pese a la fecha en la que nos encontramos. Es apenas el amanecer. La madera cruje bajo mis pasos rápidos. Se oye el rumor ronco del mar ramoneando contra el roquerío. Y el viento se filtra entre las cañas y las arranca su voz en forma de lóbrego ulular. Me gusta pasear por la senda en El Pinillo a esta hora, cuando Marbella de despereza de su sueño templado y poco a poco despunta la vida a la que la pandemia ha impuesto cierta sordina.
Recorro el camino. Me cruzo con dos o tres parejas que trotan aún ligeros, apenas un breve saludo levantando el mentón. Llevo los cascos puestos y Spotify en modo aleatorio me regala sorpresas que encajo en el paisaje en forma de particular película. Aspiro el aroma inconfundible de las riberas en el que se unen salitre y campo, mar y tierra.
La senda serpea al albur de las dunas embrionarias y por un instante todo parece lejos.
En 2016, cuando la vida me obligó a tomar en serio los paseos, un desconocido o desconocida, nunca lo supe, construía figuras con conchas y cristales que depositaba en algún tramo de las barandas de madera, o en las mesas bajo los eucaliptos, en la playa canina, junto al antiguo camping. Restos de un naufragio hechos arte efímero y casual.
En estos paseos, el alma se ensombrece un tanto cuando trazo la línea de los despropósitos y observo con cierta inquina las instalaciones de ocio que contiguas inundan la senda, la cruzan y la trastean y malean. Permanecen cerradas en invierno como una arquitectura inútil y muerta.
Por contra, se yerguen enhiestos los eucaliptos frente al antiguo Camping Marbella, como un ejemplo de que el compromiso político con la defensa de la biodiversidad y la conciencia ciudadana pueden hacer cambiar los proyectos para transformarlos en símbolos.
Desconozco cuál será el futuro de ese tramo de la senda litoral en El Pinillo cuando el nuevo chiringuito proyectado por Villa Padierna sea una realidad, concesión que colectivos ecologistas ya han denunciado, lo desconozco. Pero una punzada en el corazón me pellizca y me duele al pensar en ese empeño de determinados intereses políticos y económicos en su apuesta por un modelo depredador que todo lo fagotiza frente a la preservación de los valores medioambientales y que privará una vez más a las generaciones venideras de una realidad natural que desgraciadamente solo formará parte de su pasado. Un erial. Pan para hoy, hambre y olvido para mañana.
Camino por El Pinillo una vez más. Al amanecer.