En noviembre de 2016 un problema de salud serio me llevó a la sana obligación del reposo y del ejercicio moderado. En aquellos días, por la mañana fresca del último otoño, después de esperar a que Daniela y Antonia marcharan a sus quehaceres, acostumbré a calzarme unas deportivas y caminar con muelle suavidad hasta la Senda Litoral en El Pinillo.
Me acompañaban música, la radio, pódcast, pero sobre todo me acompañaba cierta quietud arrebatada por las olas del mar rompiendo contra el roquerío de la costa, el olor intenso del salitre perfumado en el aire, el sonido de las tablas crujiendo bajo mis pies, la brisa sobre el rostro. Aún no se había realizado la ampliación hasta Río Real.
Me gustaba caminar hacia el este precisamente porque ese trayecto me sacaba un tanto de la ciudad, me permitía contactar con la naturaleza primigenia de lo que Marbella había sido antes de que el urbanismo depredador colmatara gran parte de su costa, un sistema dunar móvil y dúctil, acompañado de pino mediterráneo.
Observaba los restos casi arqueológicos del antiguo Camping Marbella, devorados un tanto ya por la arena y la vegetación, reposaba a la sombra de los eucaliptos, ahora símbolo de la Senda Litoral y que a punto estuvieron de ser talados para siempre, contaba las conchas que algún desconocido o desconocida dejaba reposar sobre las barandas de madera. Respiraba profundamente y continuaba el camino de vuelta a la ciudad.
Ahora, el proyecto anunciado por la alcaldesa de Marbella para este zona me horroriza y me abruma a partes iguales, y que en sus propias palabras señala va a incluir “250 plazas de aparcamiento, (…) tendrá 5 pistas de fútbol playa, dos de vóley playa y una de balonmano, zona de práctica de yoga, un auditorio para la celebración de eventos, dos parques infantiles. Todo ello respetando y adaptándose al entorno natural”.
Lo que, pese a sus palabras de manual greenwashing, supondrá la práctica destrucción del complejo dunar de El Pinillo, al que se le suma el futuro proyecto de Villa Padierna que conecta el otro tramo virgen de este tramo de senda con el antiguo camping.
En ocasiones, el progreso reside en dejar las cosas como están, en aceptar la responsabilidad que tenemos para con nuestro entorno, su protección y cuidado, en renaturalizar los espacios degradados por la acción humana, en preservar y proteger los mismos para avanzar hacia un equilibrio sostenible y duradero en el tiempo.
El proyecto estará acabado “este año”, el tiempo que le queda a El Pinillo.