Emergencia

La aceptación de la anormalidad como síntoma de la emergencia climática. Esta mañana me he calzado las alpargatas y el pantalón corto por primera vez este año, uniformidad para el resto de meses que nos quedan por delante. 25º de temperatura a las diez de la mañana en un entorno boscoso próximo a Ojén.

Es 26 de abril, ni siquiera aún hemos llegado a mayo. La Junta de Andalucía ha aplicado el decreto contra la sequía para prevenir los incendios con dos avisos extraoficiales desde comienzos de este mes. Lo que se avecina da pavor.

Mi amigo Juanma, que corre por las montañas de Sierra Blanca todos los fines de semana, me advertía el otro día de la situación del campo. No hace falta nada para que prenda, se respira la sequedad en el ambiente, la sed de la montaña, los caminos cuarteados, las plantas que amarillean cuando aún estamos en mitad de la primavera. Una bomba de relojería.

Nuestra actitud en relación al gravísimo problema de la emergencia climática es similar a esa fábula de la rana, que metida en agua fría si esta se iba templando poco a poco era incapaz de saltar de la olla antes de cocinarse por entero. Hasta que no hemos comprobado en nuestra propia carne el mordisco del sol en abril, el incendio forestal prematuro en primavera, la prolongación del estío desde mayo hasta octubre, la hierba como yesca, no hemos sido capaces de reaccionar, y ni con esas.

La desertificación del sur y su asimilación con latitudes más australes es una realidad y ya está aquí. El futuro de nuestros hijos e hijas en esta tierra se compromete cada día.

¿Qué podemos hacer? Reclamar, clamar, protestar, elegir opciones políticas que defiendan la lucha contra la emergencia climática de manera trasversal y en todas sus aristas y ámbitos, reciclar, luchar contra el tsunami de fake news que circulan al respecto, educación y educación y educación, aportar nuestro grano arena, sumar nuestra voz al resto de voces.

No sé si estamos a tiempo o no. Pero lo que no podemos hacer es desfallecer en nuestro compromiso con el medio ambiente, no tirar la toalla, pelear hasta las últimas consecuencias porque el futuro es hoy.