Emergencia climática

Todo parece una situación irreal. El calor, la canícula abrasante, el incendio de Mijas, al que vi devorar la sierra con mis propios ojos, el tremolar de la luz del sol tamizada por las columnas de humo, las briznas carbonizadas amerizando en las playas de Marbella. La temperatura que asciende y asciende, las olas de calor sucesivas convertidas en tsunami, el meme viral que reza “este es el verano más frío del resto de nuestra vida”.  

La deforestación de Marbella con el arboricidio como arma de destrucción masiva. La colonización del mar por los enjambres de medusas. Las playas tomadas por las sombrillas y las toallas y las jaimas. La mirada al cielo mientras un avioneta de publicidad cruza su rastro con un hidroavión del INFOCA. La abrumadora sensación de estar abocados a la combustión calórica. Podría parecer la Tierra que Christopher Nolan pintó en Interestellar o las superficies devastadas del último Blade Runner o de la mítica Mad Max, pero no es una distopía.

Esta realidad, tan porosamente sensible, va más allá del aviso y constata una realidad para aquellos que no la quieren ver, la realidad de la emergencia climática que requiere una solución urgente, inmediata, que no puede demorarse y en la que todos los estamentos de la sociedad debemos estar implicados. Todas las instituciones y también la ciudadanía. Una ciudadanía crítica y movilizada, que delimite los plazos de esa urgencia, que obligue a las instituciones al movimiento, a la acción. El tiempo es inapelable y cada día pasado entre las brumas de este calor sofocante es un día más perdido.

Pienso en las próximas generaciones, en el legado que les vamos a dejar, en el sufrimiento que el cambio climático puede traer aparejado y que siempre, como siempre, recaerá sobre las personas más vulnerables, sobre los más desfavorecidos. El calor sofocante en el sur, la falta de lluvia, temperaturas que rompen las piedras, la sed insaciable que provoca la sequía, las danas y las tormentas eléctricas, los incendios de sexta generación como el que padecimos en Sierra Bermeja… Son razones, argumentos de peso para dar un paso al frente.

El vienes pasado, contemplaba hipnotizado las llamas de diez metros de altura que devoraban la Sierra de Mijas, una columna de humo casi sólida ascendía hacia el cielo y desdibujaba el horizonte, el aire se calentaba alrededor por momentos… Y aquel helicóptero, cargado con la cesta de agua, como un leve insecto atacando la inmensidad de un monstruo que crecía y crecía.