Enjambres de medusas. Han sido estos pequeños seres pelágicos los que han puesto frente al espejo a Marbella como destino turístico, los que han destapado los pies de barro de un gigante hasta ahora casi inmaculado, cuya marca ha resistido los embates de una pésima praxis política, de la socialización de la corrupción, de la nula planificación urbanística, de la especulación, de los temporales, tan dolosos para las playas. La marca Marbella ha resistido, permanecido casi incólume ante estos envites, pero. Llegaron ellas, como una flor solitaria sobre el agua, un espejismo irisado aquí y allá, una gota sobre el mar que se transformó en enjambre.
Hablado con expertos, las causas son múltiples, no se puede atribuir a un razonamiento que apela al calentamiento del agua del mar como factor único, la solución, compleja, dado que afecta a diversos intereses, y el futuro, incierto, porque tampoco se conoce a ciencia cabal cuál va a ser su desarrollo en los próximos años.
Lo que sí ha destapado la llegada masiva de medusas ha sido la fragilidad sobre la que se sustenta nuestro modelo turístico, la fina línea que se traza entre el éxito y el fracaso. Un modelo que ha permanecido casi intacto desde sus inicios y que ha jugado la baza de las excelencias de nuestro clima como mejor opción de competencia ante otros mercados. Sol y playa. Desde mediados del siglo pasado este es el modelo que ha escrito, popularizado y explotado Marbella. Las medusas nos sitúan ante una realidad visible, palpable, sin conjeturas ni suposiciones. Una realidad que condiciona la supuesta inviolabilidad del destino y que obliga a la reacción.
Las soluciones a las plagas han de ser integrales. Sí, es obligado crear un protocolo de atención temprana para cuando aparezcan los enjambres, pero también hay que dar un paso más allá, profundizar en las razones y causas e implicar a las administraciones que pudieran tener competencias sobre la materia, que a la postre son todas, ayuntamientos de la Costa del Sol, Mancomunidad, ACOSOL, Junta de Andalucía, Diputación, y a los colectivos y asociaciones que puedan aportar soluciones o que se ven directamente afectados por este problema, Aula del Mar, empresarios, cofradías de pescadores, UMA. También, y fundamentalmente, a la ciudadanía.
Nosotros tenemos la obligación de exigir a todo este conglomerado de siglas e instituciones que busquen un acuerdo desde el que crear un protocolo de actuación y acompañar este protocolo de una reflexión profunda acerca de qué tipo de turismo queremos, hacia donde vamos y si el problema de los enjambres de medusas es coyuntural o responde a un problema mayor que debemos afrontar ya.
Se hace más necesaria que nunca la firma de un Plan Director de Turismo que defina desde lo técnico las líneas estratégicas por las que debería discurrir el sector a medio plazo y que marque la sostenibilidad como principio insoslayable de su desarrollo. Porque el equilibrio entre desarrollismo y naturaleza ya no debe ser una aspiración, sino una obligación y un compromiso del presente para con el futuro, si no, los enjambres de medusas convertirán a Marbella en piedra sin un Perseo que nos salve de la quema.