Esta ciudad imposible

La ciudad imposible es una ciudad que se transforma en inhabitable para sus vecinos y vecinas, una ciudad colmatada en la que las plazas, rincones y esquinas se encuentran canibalizadas por mesas, sillas y enseres, una ciudad en la que los negocios privados ocupan la vía pública hasta la extenuación, una ciudad en la que los carriles de sus calles se transforman en una zona de aparcamiento más, donde las paradas de autobuses sucumben ante la imposición de vehículos privados, una ciudad que vive un atasco permanente y siempre irritable a la altura de Puerto Banús. 

La ciudad imposible es una ciudad en la que las infraestructuras vitales sufren una corrosión histórica que las digiere hasta dejarlas en su mínima expresión, una ciudad que clama por la dignidad de su vida cotidiana tantas veces infestada de percances de las carreteras, de atascos inefables, de demasiado tiempo perdido en idas y venidas, una ciudad que grita por una reordenación del tráfico, por la peatonalización de sus arterias principales, por medidas de calmado, de intermovilidad, de movilidad sostenible. Y grita más allá del interés ciudadano, grita porque se sale por sus costuras.

La ciudad imposible es una ciudad que prioriza el negocio a la vida del día a día, donde la turistificación no es ya un problema a solucionar, sino una gangrena que corroe el derecho constitucional a la vivienda y que expulsa a los jóvenes a otros municipios, que expulsa a los profesionales que desean y comprueban que no pueden establecer su residencia aquí.

La ciudad imposible es una ciudad que no defiende con interés, entrega ni ahínco el medio ambiente, que no apuesta por el mantenimiento del arbolado como termostato regulador natural, por la ampliación de zonas verdes pobladas con vegetación autóctona, por la defensa de su patrimonio natural, una ciudad que tala y emplea bulldozers para hacer desaparecer sus últimas dunas urbanas.

La ciudad imposible es una ciudad hermosa e impredecible, con un patrimonio cultural, histórico y etnográfico de valor incalculable, de un patrimonio natural de riqueza brutal y contradictoria. La ciudad imposible es una ciudad de barrios más allá de su epicentro fagotizador, de personas que se asoman a su ventana por la mañana para contemplar la vida y sentir el frescor del primer otoño.

Esta ciudad imposible es una ciudad a defender, una ciudad por la que luchar.