“Con estupor y temblores”, así es como el emperador del Sol Naciente exigía que sus súbditos se presentaran ante él. Y además, título de una magnífica novela de Amelie Nothomb publicada en Anagrama.
Esta es un poco la sensación que tengo ante la situación actual en relación a la pandemia, estupor y temblores.
Contemplo con estupor como una parte de la administración actúa como si el covid 19 no fuera con ellos, como en su afán último está proteger a los suyos, mirar hacia otro lado, silbar disimuladamente al aire, hacer de la falta de transparencia norma y con la ocultación de datos un cóctel de confusión, esperando que sean otras administraciones las que tomen las decisiones impopulares, restrictivas, dolorosas para fortalecer la crítica de su electorado y salir impolutos en su incompetencia por inacción dolosa.
Estos perfiles no están de brazos cruzados, planean, se reúnen, baldean, desinfectan, limpian, y venden estas acciones mínimas como si estuvieran en el último curso de aplicación de la vacuna, con solemnidad torera, sin inmutarse, cuando esa planificación, reuniones, baldeos, desinfecciones y limpiezas son, como mínimo, la más exigua de sus obligaciones. Pero la toma de decisiones complejas, eso no, eso para los otros, en una ecuación perversa de vencedores y vencidos en la que sale siempre a restar la ciudadanía.
Y vivo con temblores porque esta inercia política y administrativa me provoca, más allá de un profundo malestar ideológico, un temor ciudadano de proporciones mayúsculas, porque no encuentro en mis representantes más próximos esa claridad taxativa, esa voluntad certera, ese posicionamiento claro en favor de la defensa de la salud pública, y con esto no me refiero solo a la sanidad pública, que también, si no a la defensa de la salud de todos sus conciudadanos y conciudadanas. En esta coyuntura no cabe dividirse entre los míos y los otros porque la ciudadanía total es la afectada, ya sea desde el punto de vista sanitario, social o económico.
Estupor y temblores porque entre ambos es donde se sitúa, nos situamos, gran parte de la población, que recibimos informaciones contradictorias y comprobamos en el día a día como la realidad parece ser otra muy distinta a la que se nos traslada desde algunas administraciones.
Y esta situación es el caldo de cultivo perfecto para la aparición y propagación de las fake news, de las noticias falseadas, de los rumores virales sin contrastar, de las desinformaciones permanentes que se abren paso en el imaginario común como la verdad auténtica ahondando más aún en el estupor, haciendo más profundos los temblores.
Y lo mejor para atajar esta situación, esta sensación, es que las administraciones, algunas de ellas, abandonen ese tono de tufo paternalista y nos traten como una ciudadanía adulta, capaz de afrontar la realidad con entereza como ya lo hemos demostrado en más de una ocasión, lejos del estupor y lejos de los temblores.