Estas primeras mañanas de octubre, cuando cierro tras de mí la puerta del portal al salir a la calle, noto en la piel el vivificante frescor del otoño, escucho cómo el viento remueve las primeras hojas secas entre mis pies y cómo la brisa agita levemente las ramas de los árboles. Aspiro profundamente, cierro los ojos y comienzo la jornada.
Siempre he creído que estos pequeños detalles que nos ofrece la naturaleza en el día a día son un prodigio que nos permite situarnos en el mundo de un mejor modo. El crujido de las hojas, las ramas de los árboles al mecerse, el rielar de la sombra en verano y el refugio frente al sol que nos regala, el perfume dulce en primavera, las nidadas de los pájaros y su canto. Podría llamarlo bienestar, al menos una parte de bienestar.
Los técnicos sobre movilidad urbana y ciudades sostenibles subrayan de manera permanente la necesidad de mantener las masas arbóreas en los núcleos urbanos, reducir el tráfico rodado, potenciar el transporte público y facilitar la calles a los peatones. Los beneficios, apuntan, son múltiples, desde la mayor oxigenación de los centros más cosmopolitas a la rebaja ostensible de la temperatura en verano, por no afinar y hablar del contacto con la naturaleza, el respeto al medio ambiente, y el aumento de la esperanza de vida.
Las grandes ciudades europeas están planificando su futuro en este sentido. Potenciando los elementos que permiten conjugar de manera más eficiente y eficaz la vida urbana con el entorno natural. Desde París hasta Barcelona. En España tenemos a Vitoria como ejemplo internacional de planificación verde. Las grandes ciudades europeas.
Este año 2022 Marbella ha padecido al menos dos talas indiscriminadas que han supuesto terminar con dos arboledas que traían estos beneficios a las calles. Este arboricidio dio paso a un nuevo concepto, “la vida útil de los árboles”, un alarde de imaginería semiótica para justificar lo injustificable. Estos son sólo los dos últimos ejemplos.
El mismo ayuntamiento de Marbella que lleva a cabo estas prácticas, colabora con la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos en unas jornadas técnicas sobre la valoración del arbolado urbano que se celebraron ayer en el Palacio de Ferias y Congresos Adolfo Suárez.
Cuando menos, resulta paradójico, aunque quizá pueda encajar en la definición que se recoge de greenwashig, ecoblanqueo, ecoblanqueamiento, ecopostureo o lavado verde o lavado de imagen verde, que viene a ser “una forma de propaganda en la que se realiza marketing verde de manera engañosa para promover la percepción de que los productos, objetivos o políticas de una organización son respetuosos con el medio ambiente?con el fin de aumentar sus beneficios”. ¿Paradójico?