El lunes pasado abandoné Bilbao cinco minutos antes de que confinaran Euskadi y sus municipios. Era un viaje familiar programado. Pese a todo, me sentí como el protagonista de la ficción protagonizada por Brad Pitt, Guerra Mundial Z, al abandonar aquellos puertos seguros que se veían desbordados por un ataque pandémico más devastador aún que el Covid 19. Y esta sensación de alivio que me eché al coleto tras conocer la noticia y con la garantía de que el avión que me traería de vuelta a Málaga y Marbella despegaba me llevó a una reflexión sobre la prudencia y el miedo.
Me sentí aliviado y me sentí culpable. Aliviado porque salvaba un posible confinamiento, retención y burocracia que me posibilitara el regreso. Culpable porque transitaba la península de sur a norte y de norte a sur en apenas 72 horas habiendo tomado todas las precauciones que las autoridades sanitarias, AENA y la compañía exigían, pero desconociendo si soy portador asintomático o no del Covid, como tantos otros ciudadanos y ciudadanas, portadores asintomáticos.
A esta doble sensación se suma el siempre resignado y complejo equilibrio entre la prudencia y el miedo al que la ciudadanía nos vemos expuestos. Prudencia porque el raciocino, la responsabilidad social nos exige recudir el contacto social al mínimo, el contacto familiar a lo imprescindible, a la autoprotección, pero a continuar con la vida. Miedo porque la enfermedad provocada por el Covid 19 es una realidad grave, al igual que los fallecidos y los hospitalizados y los contagiados. Ya no queda nadie en nuestro entorno próximo que no conozca a alguien que haya sufrido en mayor o menor medida las consecuencias derivadas de la pandemia en cualquiera de sus estadios. Y el miedo nos paraliza.
Prudencia, miedo, alivio, culpabilidad. Más allá de las consecuencias más evidentes, las que atañen a la salud física, hay una sobrecarga mental enorme en todo este presente distópico que nos convierte en ciudadanos y ciudadanas al borde del colapso. Caminamos entre sobresaltos, a la espera de una última noticia que nos ponga en el disparadero emocional y psicológico porque afecta a nuestra movilidad, o a nuestra situación laboral y económica, a nuestro contacto con las personas que queremos.
Está siendo una batalla compleja, difícil, que solo se puede combatir con optimismo porque no nos queda otra opción. Luchar desde el optimismo para poder encarar el futuro de tú a tú.
En Guerra Mundial Z, Bradd Pitt logra vencer a la pandemia.