Tiene que haber consentimiento y aquiescencia para que un poder corruptor omnipresente en Marbella como el gilismo mantuviera su feudo en la ciudad durante casi 15 años.
Digo esto, porque con el fallecimiento de Julián Muñoz pareciera, por lo que se dice y reitera y repite en los mentideros y en la opinión pública, que solo él, como un Maquiavelo moviendo los hilos de todo hijo de vecino, haciendo y deshaciendo a su antojo, hubiera sido el responsable único de la corrupción que atajó Marbella en los noventa.
No se puede olvidar que este pueblo votó en masa a Julián Muñoz en las últimas elecciones a las que se presentó, otorgándole, cuando las fechorías de Gil no sólo eran públicamente conocidas, sino que estaban judicializadas, una holgada mayoría absoluta que le llevó a ser alcalde. El mismo pueblo que alzó al corrupto con honores casi de virrey le desprecia ahora haciéndole culpable total de la tajada compartida que saqueó las arcas municipales de Marbella.
Y digo tajada compartida, porque la corrupción no se entiende sin su socialización, sin ese aprovechamiento menor del compadre, del conocido, del soplo, de la concesión, de la subvención. En fin. Una corrupción que se traslada desde el erario público al devenir del día a día y del que tantas gentes se beneficiaron directa o indirectamente durante tantos años.
Esas mismas gentes que ahora culpan a Muñoz de todos los males y se lavan las manos ante su complicidad que una y otra vez llevó al GIL a las urnas. Complicidad en el silencio, complicidad en la equidistancia, complicidad en el beneficio. Una complicidad que otorga y quita la democracia cuando está asentada y normalizada y que en el caso de Marbella hubo de administrarse vía intervención judicial.
Con el paso de los años, ahora reverdecido con el fallecimiento de Julián Muñoz, parece claro que nadie votó al GIL en esta ciudad. El borrado de la memoria, siempre selectiva, conveniente para el interés personal cuando toca, sigue estando muy presente en Marbella. Una ciudad cuya tolerancia a determinadas formas de gobierno es de amplias tragaderas, como demuestra la historia reciente.
Más allá de todo, sólo queda mostrar el más sentido pésame a la familia de Julián Muñoz, que en cualquier caso lamentarán profundamente la pérdida del amor, del padre, del abuelo, del amigo, mucho más allá que la del político.