La sanidad pública

La sanidad pública es uno de los pilares del estado del bienestar. Universal y gratuita, esos dos conceptos nos separan de la barbarie impuesta por el capitalismo en la que tanto vales como tanto tienes y no se puede recurrir a la cura del cuerpo, del alma, sin tener la tarjeta de crédito y el seguro médico a corriente de pago.  

No sé cómo casa ese concepto con el juramento hipocrático al que rezan los galenos en sus estudios, al que se deben por el bien común, pero en los países profundamente individualistas, la realidad del capital es la que impera por encima de otras disquisiciones.

Por eso, porque la universalidad y gratuidad con compensatorias y empáticas, son un valor que debemos defender a capa y espada.

Esta semana un asunto familiar me ha llevado al Hospital de Alta Resolución de Estepona. Sólo en los momentos preparatorios a la intervención quirúrgica nos han atendido cuatro enfermeras y auxiliares, todas ellas haciendo gala de ánimo de espíritu y de corazón.

Ya en el interior del quirófano ignoro el personal y material necesarios para llevar a cabo la operación, pero, al menos, un cirujano, anestesista y técnico especialista. Un privilegio que en admisión sólo nos hayan pedido el DNI y la cartilla de Servicio Andaluz de Salud.

Este privilegio, que no lo es, es un derecho conquistado de la sociedad civil, es una de las columnas vertebrales que nos integran como sociedad, por ello no podemos ceder ni un ápice de terreno en su defensa. No podemos permitir que se asfixien los servicios, que se atomice la atención primaria, que se inauguren centros sin personal, que se degrade al personal de la comunidad sanitaria.

La sanidad pública, universal y gratuita, nos hace mejores como ciudadanía. El principio de solidaridad debe ser insorbornable, y está en nuestras manos su defensa.

Desde aquí hoy sólo me queda agradecer el trato y empatía de todos los y las profesionales que atendieron a mi madre en la mañana del martes en el Centro de Alta Resolución de Estepona.