Era la madrugada en ciernes del miércoles ya apuntaba el sol. El aviso rojo anunciado por Aemet parecía haber errado porque en Marbella lucía una mañana cálida en este otoño incipiente. La actividad es cierto, suspendidas las clases en todos los niveles educativos, se había ralentizado un tanto, pero nada parecía advertir en el cielo la que se venía encima.
Es muy probable que sin el desastre brutal acaecido en Valencia hacía apenas unos días, los daños en nuestra ciudad y en la provincia hubieran sido mucho mayores pese al aviso insistentemente rojo de Aemet e incluso la alarma de emergencias que nos alertó a todos a través de nuestro teléfonos móviles.
Digo esto porque en esa mañana engañosa contemplé como la calle Serenata de Marbella se prodigaba en paseos a pequeños recados, cafés matinales, un caminar ordinario aquí y allá de gentes que se suponían ya advertidas del riesgo inminente.
Y más allá de estos comportamientos de riesgo personales contemplé comercios abiertos, camiones de reparto de diferentes cadenas de supermercados en marcha, furgonetas recogiendo a trabajadores con sus monos y su almuerzo en las fiambreras. A media mañana el cielo se encapotó y a mediodía esa misma calle Serenata era un río.
Recuerdo que estábamos en aviso rojo, alerta máxima por fuertes chubascos.
Los comportamientos personales son criticables, pero los comportamientos de las empresas son denunciables y punibles porque el aviso rojo te exime de manera inmediata de tener que ir a trabajar. Existe además una responsabilidad social que las empresas deberían aplicar. Algunas lo hicieron motu proprio, otras se saltaron el dictamen a la torera y obligaron a sus trabajadores y trabajadoras a acudir a sus puestos bajo amenaza de castigo y con coacciones poniendo en riesgo sus vidas.
Más allá de las sanciones que a esas empresas les impondrá la justicia, lo hará, un servidor tiene cada día más argumentos para dejar de consumir determinadas marcas, consumir de determinada manera y este es un ejemplo más, con toda seguridad el más vil de todos ellos para afianzarme en estos principios.
Ya circulan por las redes sociales algunas listas con las empresas que tanto en la dana de Valencia como en la de Málaga obligaron a sus empleados y empleadas a acudir a sus puestos de trabajo, reitero, jugándose literalmente la vida, veremos si somos capaces como sociedad y desde la ética de hacerles ver su comportamiento, no ya antiético sino completamente infame.