Son cifras de destrucción masiva.
La sanidad pública en Andalucía está sufriendo un derrumbe controlado por parte de la administración competente, la Junta de Andalucía, que nos pone a la ciudadanía al pie de los caballos, con un rostro demudado por la estupefacción y por la resignación cuando intentamos coger cita previa con atención primaria o nos dicen en admisión de un centro hospitalario que no hay citas abiertas con el especialista.
No hablamos de cuestiones menores. Neurología, medicina interna, pruebas diagnósticas o endocrinología por lo que respecta a mi entorno más cercano. Y esto se repite en cada conversación.
Hay una voluntad clara de desmantelamiento de lo público, ya sea la sanidad o la educación, por parte del modelo neoliberal que propugna el Partido Popular y ésta, más allá de las ideologías, es una cuestión que nos afecta a todos y a todas.
El acceso a la educación pública permite el ascensor social a través de la meritocracia.
El acceso a la sanidad pública nos salva la vida.
Lo que no acabo de comprender es cómo, ante esta situación crítica, la ciudadanía no ha colapsado ya las calles, no ha desbordado el límite de su paciencia y ha asaltado desde el civismo la conquista de sus derechos. Y esto es trascendental, sus derechos.
Quizá porque la política de la realidad, esa que soluciona la vida de la gente, la que está pegada al terreno de las necesidades no rente electoralmente y la derecha y la ultraderecha colmate el debate mediático y público con una falsa sensación de angustia ante la declaración de amnistía, esa cuestión trascendental para el día a día de la ciudadanía, entiéndase la ironía, o con esos otros debates estériles en los que siempre termina apareciendo una banda terrorista que no existe desde el 20 de octubre de 2011, hace más de una década.
Los derechos son una conquista. Su mantenimiento, una obligación de una sociedad democráticamente sana y en forma.
Tomar conciencia de esta situación resulta trascendental para salvaguardar todo aquello que permite una mayor justicia social, la igualdad real entre hombres y mujeres, la lucha urgente contra el cambio climático o el fortalecimiento de los servicios públicos esenciales.
Quizá sea necesaria una reflexión, un ejercicio de voluntad y resistencia, y cada vez que alguien nombre la amnistía o nombre a ETA pensar en cuándo tienes tu próxima cita con el cardiólogo.
Los derechos se defienden en la calle.