Hay un hálito vocacional que envuelve a determinadas profesiones que hacen de ellas, de las personas que las desempeñan, algo más que un instrumento laboral, que inciden en su entorno de manera trascendental y que son capaces de transformar vidas.
La de maestra es una de ellas.
En estos tiempos oscuros, cuando la defensa de la educación pública toca a rebato ante el asalto de los gobiernos más neoconservadores, ante su desmantelamiento progresivo, es cuando la figura del profesora, del maestro, emerge como único garante de la enseñanza de calidad. Porque son demasiadas las ocasiones en las que la calidad no resulta facilitada por la administración, sino por la voluntariedad de las personas que ejercen. Su ahínco, voluntad férrea, energía incombustible, determinación, y la autoconsciencia de la importancia de su figura para el alumnado son las que permiten continuar adelante.
Marcela podría ser una de ellas. Profesora durante más de 21 años en el CEIP Vicente Aleixandre de Marbella, se resiste a dejar las aulas pese a tener derecho a ello desde noviembre gracias a su jubilación. Quiere esperar a terminar el curso, dar el relevo con las clases terminadas, sin que el cambio de tutora perjudique a su alumnado. Incombustible siempre, alma de fiestas y de saraos, impulsora de reivindicaciones y crítica con la falta de equipamientos, Marcela ha formado parte, forma parte de hecho, de otras tantas generaciones de marbelleros y tarifeñas (lugar donde comenzó su carrera como maestra hace 35 años).
Juana podría ser otra de ellas. 41 años de profesión a sus espaldas. Ya jubilada, nunca retirada. Ejemplo de vanguardia educativa. Conocida como “La Juani” en esos círculos de barakaldeses y barakaldesas a las que dio clase en mejores y peores épocas. Capaz de saludar de tú a tú a un diputado o a un alcalde, sabiendo que cuando eran niños escribían con faltas de ortografía. De desarmar la ira de los alumnos del entorno abertzale más radical, de acompañar en el luto y en la alegría a todo ese curriculum de acontecimientos que les suceden a las familias en la vida fuera del entorno escolar. De sumar voluntad de añadir reivindicación de ponerse frente a las barricadas cuando no había recursos. Ya jubilada, nunca retirada.
Y estos son solo dos casos, cercanos, próximos, de esa rara avis de la vocación profesional como leit motiv, como estructura vertebradora. Cuando lo vocacional llega más allá de la obligación, más allá de la tarea, más allá de un trabajo para convertirse en la vida.