Mediocridad

La mediocridad salvaje que impera en esta sociedad de consumo rápido, de recompensa inmediata es apabullante. Y el problema no reside tanto en su eclosión definitiva como en la degradación de la excelencia, de la reflexión, del largo recorrido.  

Lo mediocre preside consejos de administración y se disfraza de discursos políticos, se camufla entre organismos competentes como rémoras y sangra el trabajo realizado desde el oficio y la prudencia. Porque si algo tiene la mediocridad es que es osada.

Lo mediocre fagotiza y canibaliza, regurgita sin clemencia contenidos de terceros como si fueran propios y ensombra lo auténtico con el objetivo de sobrevivir primero y de medrar después. Una suerte de cuñadismo estéril.

La mediocridad es también un estilo de vida, una manera de estar en el mundo, una forma de posicionarse ante el devenir de lo cotidiano y de relacionarse con los demás, ya sea en lo laboral, en lo amical o en lo sentimental.

Detrás del mediocre casi siempre hay miedo. Miedo de saberse mediocre. Por eso, tantas veces, la mediocridad se rodea de más mediocridad, para que la novedad, el ingenio, la idea, no le haga sombra.

La mediocridad es peligrosa porque nos impide crecer, es celosa de su cuota de poder, ya sea en una comunidad de vecinos, en una oficina, en un partido político, en un equipo deportivo o en la socialité. Y es peligrosa porque para defenderse, actúa siempre en beneficio propio, que nunca es el bien común.

La inmediatez requerida en estos tiempos es un caldo de cultivo perfecto para la mediocridad, donde no se exigen ni se requieren demasiados talentos para triunfar (ese concepto del triunfo) y muchas veces basta con ser avispado para estar donde se requiere estar.

El mediocre es un superviviente.

Pero si vivir en esta sociedad trufada de mediocridad tiene una insólita recompensa…

Descubrir el talento como un fogonazo, como un rayo que todo lo quiebra, como una luz que clarifica y ciega. El talento, una fuerza innata que está llamada a transformar el mundo. El talento. Descubrir el talento.