Siempre he compartido la dificultad que tiene gestionar los servicios de una ciudad como Marbella, tan atomizada en su extensión, con una capacidad de absorción de turismo residencial que cuadriplica su población en las temporadas altas del año, una ciudad de tan diversa condición social y económica, esa Marbella de dos almas que conviven necesariamente. Entiendo y comparto la complejidad de la gestión, más aún habiendo participado de ella en una parte.
Pero es cierto que más allá del día a día, debería existir un modelo de ciudad al que aspirar, un esbozo de lo que queremos ser, a dónde queremos llegar, cómo queremos desarrollarnos a medio y largo plazo, sobre qué apostar o hipotecar nuestro futuro.
Y es ahí cuando se plasman de manera radical, de raíz, las diferencias ideológicas del desarrollo urbanístico. Porque el urbanismo también es ideológico, el urbanismo también es político. Modelos enfrentados de una ciudad devoradora, colmatada, que busca el crecimiento casi a toda costa, y el de una ciudad desarrollada para la vida de la gente, respetuosa con el entorno, con el medio ambiente, con el litoral, la movilidad sostenible, la vulnerabilidad, los servicios públicos o el feminismo.
Estas próximas elecciones municipales, la ciudadanía de Marbella se va a ver abocada a elegir entre estos dos modelos, el del crecimiento voraz o el del crecimiento respetuoso, dos modelos de ciudad que se emparentan con dos modelos e ideologías antagónicos.
Yo apuesto por una forma de gobernar para todos y todas, para cada uno y cada una de los ciudadanos de Marbella, donde nadie se quede fuera, donde nadie se sienta excluido por razones sociales o económicas, una ciudad que se vuelque en las oportunidades, en los servicios públicos y en las infraestructuras en todos los barrios, donde se priorice el bienestar de la mayoría y que mire al futuro atendiendo a las urgencias perentorias del cambio climático.
Esta es la realidad de dos modelos de ciudad enfrentados, el que impuso el gilismo a golpe de ladrillo y corrupción al servicio de unos pocos y que continuó el neogilismo sin ambages, y el que encara el desarrollo de la ciudad contando con la ciudadanía a través de procesos de participación en los que podamos opinar, en los que se nos escuche, en los que se atiendan nuestras demandas.
De eso hablamos el próximo 28M, de qué queremos ser, para quién queremos ser, a dónde y cómo queremos llegar como ciudad, qué Marbella queremos y qué Marbella necesitamos.