Es un lugar exacto y concreto. No sabría indicarlo con las coordenadas precisas de la topografía, pero sí situarlo en los mapas de las querencias, de los cariños, de los amores primeros, tempranos, de aquellos que dejan una marca indeleble en la memoria, un brochazo de color.
Algunas de esas compañías se fraguaron en la edad de las inocencias, cuando apenas levantábamos la cabeza al mundo y sus hilos continúan hasta hoy, indelebles, sólidos, porque aquel crisol en el que se forjaron forma parte de la memoria más íntima.
Otras se fueron deshilachando por el camino de la vida, sin razón aparente, las distancias geográficas y vitales, los tempos de unos y de otras, las situaciones personales, laborales, familiares, dejaron el hilo en apenas un esbozo de sí mismo.
Aquellas tejieron sus nudos entorno a un momento único y se fortalecieron con lo cotidiano hasta hoy o se perdieron cuando el nudo de deshizo para siempre.
Otras, las pocas, son solo un recuerdo apenas dibujado.
En estos días de pandemia, cuando los cajones piden a gritos ser abiertos y los armarios suplican ser revisados, uno se encuentra con aquellas querencias con la naturalidad de ayer.
Muchas tienen forma de fotografías, retratos de lo que parece otra vida, de la que parece otra persona, una personalidad desdoblada por el tiempo que responde a duras penas a los llamados de hoy, pero en la que nos vemos indefectiblemente reflejados. Y esas imágenes pulsan determinadas cuerdas en el interior, hacen sonar los hilos, los iluminan de nuevo, los preservan del olvido y los traen, de golpe al presente.
Y su llamado es lo suficientemente atronador para no poder obviarlo. Un llamado a la acción. Y lo que era una actividad privada, revisar los álbumes de fotografías, trasciende a uno mismo para tener, querer, necesitar, compartirse con aquellos y aquellas que formaron parte de tu vida una vez. Todo es cuestión de enviar un wasap y las redes que estaban tejidas y eran apenas un trazo en la memoria, se dibujan de nuevo. Y te reconoces en los cariños y en los amores y en las querencias como si fuera ayer.
Ayer.
En estos días se yuxtaponen el pasado y el presente, hago partícipes a Daniela y Antonia de una vida anterior que no compartí con ellas pero que forma parte de nuestra historia común, integro el hoy y el ayer y recoso algunas redes indelebles con el deseo íntimo y profundo de que no se desdibujen nunca más. Nunca más.