Otoño y emergencia climática

Aún ando un tanto despistado en este otoño transestacional que tan pronto se comporta como verano tardío o como invierno tempranero. Es mi época preferida del año, pero no acabo de encontrar acomodo como en ocasiones anteriores.

Sí, es cierto que el cielo se pinta de aquellas maneras al atardecer y que la luz cobra ese tinte melancólico, como de leve desplome, pero no me termina de acompañar esa sensación telúrica que me unía a la tierra como un ancla.

Es cierto que un brote de astenia otoñal me asaltó hace aproximadamente un mes, pero fue tan leve y casi asintomático que lo pasé sin apenas darme cuenta, pero más allá de eso, la nada más absoluta. No sé si la estación está perdiendo la magia que me encandilaba a causa de la emergencia climática o si soy yo que no acabo de adaptarme, pero el caso es que esta sensación de desapego es una realidad.

Mi colega Javier Almellones, periodista generosamente conocedor de la tierra, alertaba la semana pasada en su cuenta de Instagram de que estábamos ante los últimos días del bosque de cobre de este año. El bosque de cobre, ese vergel insólito en el corazón de Málaga, en el corazón del Valle del Genal. Últimos días y en mi cerebro ni me ha asaltado la alarma.

Creo que detrás de este olvido, de esta sensación, se encuentra el borrado de las estaciones que está propiciando la emergencia climática, que está haciendo desaparecer el otoño y la primavera cambiándolas por unos veranos cada vez más largos, calurosos y plomizos y unos inviernos casi monzónicos con episodios puntuales de lluvias torrenciales. Unas estaciones de máximos en las que las sutilezas no caben, son desplazadas hasta casi desaparecer.

Es sintomático de un proceso global que nos afecta a todos y a todas. Y no solo en la gravedad de lo más evidente, sino también en el fuero interno, en lo íntimo, en nuestra relación con el mundo más cercano, en nuestra manera de relacionarnos con el medio ambiente dentro de nuestros ecosistemas y también, socialmente, con los demás.

La emergencia climática ya está aquí, los otoñófilos lo sabemos bien.