Petricor

22/09/2021
La RAE, la Real Academia de la Lengua Española, mantiene a la palabra petricor en ese limbo extraño de lo existente pero invisible que se da en llamar “Observatorio de las Palabra”s, un lugar que “ofrece información sobre palabras (o acepciones de palabras) y expresiones que no aparecen en el diccionario, pero que han generado dudas: neologismos recientes, extranjerismos, tecnicismos, regionalismos, etc”. 

El olor a tierra mojada, tal y como apunta la BBC, fue bautizado como petricor “por dos investigadores australianos en la década de 1960” (concretamente en el año 1964, por los geólogos Isabel Joy Bear y R. G. Thomas tras una publicación en la revista 'Nature') y se refiere a “esta fragancia cálida y terrenal que experimentamos cuando la lluvia golpea el suelo seco”, pero más allá de lo poético “es producida por bacterias”, concretamente por una llamada Streptomyces que libera una molécula de nombre geosmina, “las gotas de agua que golpean el suelo hacen que la geosmina se libere en el aire, y en consecuencia, sea mucho más abundante después de la lluvia”.

Pero reducir el poder evocador del petricor a un nombre científico o enclaustrarlo en la rectitud consabida de la RAE no es justo, porque ese aroma, perfume, petricor, nos lleva cuando se libera a un terreno sutil de querencias y emociones que apelan a un sentido profundo y atávico de la vida del ser humano, como cuando llega el agua tras un periodo de sequía y sed o aparece para apaciguar las entrañas de un incendio devastador o cuando te remite a una universo más pequeño y conocido, como el parque de la adolescencia en Barakaldo, preñado de primera lluvia otoñal, en el que besabas a una chica en el último banco, justo el que estaba bajo la farola rota.

Además el petricor marca el inicio del otoño, o su aparición fugaz cuando enseña la pata por debajo de la puerta, como en el cuento, y esas primeras gotas de lluvia sobre la tierra agostada del estío revelan que hay un tiempo que se extiende más allá del calor veraniego y que las pobres almas veranófobas, como la de un servidor, tienen una oportunidad de próxima redención.

Y ojo, el petricor no es un asunto baladí, porque la palabra proviene del griego y se refiere a la sangre de los dioses homéricos, ya que, según la mitología el “icor” es la esencia "que corre por las venas de los dioses".

Petricor, ya llega el otoño.
 
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