No soy feriante. Lo justo por obligación. Acompañar a Daniela, sus amigas y amigos, a las colas interminables de los cacharritos con el resto de padres y madres con los que caminar con mil ojos y paso ciertamente cansino del Ratón Vacilón, al Saltamontes, a la Olla, al Barco Vikingo, hamburguesa en Uranga y vuelta, más o menos.
Las dos últimas ferias de Marbella se han llevado a cabo en un recinto impracticable, colmatado sobre unos colinas de colada reforzadas para la ocasión con aluvión de desechos, con mínimas vías de escape, de calles estrechas para el tráfago continuo de gente, interrumpido sorpresivamente por el tráfico nunca cerrado del almacén de una empresa de grúas. Un espacio ferial ciertamente inquietante cuanto menos.
Las ferias anteriores, dos o tres al menos, se habían llevado a cabo en los terrenos de La Cañada sin desarrollar, dependientes del arbitrio de sus dueños que tan pronto podían decir que sí como podían decir que no y dejarnos a los marbelleros y visitantes compuestos y sin reciento festivo.
Ya el año pasado San Pedro utilizó los terrenos de la Finca de La Caridad recuperados al inefable Roca para montar allí su feria patronal. Más allá de la justicia poética, al pueblo lo que es del pueblo, el espacio diáfano y cerrado permitió recrear un recinto ferial con un éxito más que notable. Este año se ha repetido la fórmula y como testigo presencial puedo asegurar que es todo un acierto. En espacio, en seguridad, en comodidad, en recursos, en posibilidades de aparcamiento.
Ahora la diatriba está servida. ¿Trasladará Marbella su feria del próximo año hasta allí? ¿Se atreverán equipo de gobierno y oposición a plantearlo como una realidad? ¿Podrán San Pedro y Marbella compartir espacio más allá de luchas cainitas y chauvinismos?
La respuesta lógica, más allá de buscar la fórmula adecuada para que un servicio de lanzadera gratuito nos pudiera llevar y traer de Marbella a San Pedro y viceversa durante toda la noche, sería sí, sin duda. Por fin un recinto ferial a la altura de una ciudad de 150.000 habitantes, pero…
Pero dudo que nadie quiera asumir el desgaste político de tomar esta decisión, porque entre las encuestas a vuelapluma realizadas por uno mismo, muchos marbelleros y marbelleras no parecen estar muy por la labor, por no decir que algunos de ellos y de ellas se muestran enconadamente en contra.
Si esto sirve para abrir un melón (ya abierto por otra parte en muchas conversaciones aparentemente inocentes) bienvenido sea el debate. Yo lo tengo claro.