Ritual escolar

La vida está compuesta de rituales. Algunos de ellos trascendentes que van más allá de la vida y de la muerte, otros más livianos, casi manías, que nos acompañan en el día a día, otros se imponen de forma ruidosa cuando adquirimos nuevos hábitos. Y luego está el ritual escolar que abarca un tanto de todos los anteriores y que, sin duda, es inflexible ante los cariños, las querencias y las obligaciones.  

El ritual escolar marca la pauta de tantas cosas. La primera, las agendas familiares que ya incluyen las idas y venidas, llegadas y recogidas, las extraescolares y sus horarios, los deberes y las obligaciones. Y entre todo ello, los cariños profesados y recibidos, la socialización, el gregarismo, la acción y reacción como expresión social, los amores incondicionales por los primeros amigos y amigas, la sobreexcitación de todas las emociones, el crecimiento personal, los cambios físicos, el empoderamiento y la autorrealización. Tantas cosas.

Y las familias que asistimos a todo este proceso con los criterios de eficaces secretarios, observadores de la ONU, pacientes taxistas, hombros donde llorar, diana de los malhumores, receptores de abrazos imprevistos, aprendices de la vida cuyos pasos revivimos de algún modo gracias a ellos y ellas.

Y este ritual escolar, marca indefectiblemente, el paso del tiempo. Daniela empieza sexto de primaria en el CEIP Juan Ramón Jiménez. Aún podemos recordar su primer día, con menos de tres años, la ropa que llevaba, su mochila. Ahora, esta semana, este curso, comprobamos cómo han evolucionado sus juicios y criterios, sus redes de amistad, los cariños profesados, la asunción de responsabilidades, su cambio físico enorme, sus preferencias y gustos en sus “outfits”, sin duda asunto más trivial pero igualmente trascendente.

Su independencia, su dependencia, para todas las cosas. Y es aquí donde Antonia, su madre, y un servidor, asumimos el paso de su tiempo y el nuestro y acogemos estos cambios, estas evoluciones, con una mirada orgullosa y nostálgica a la vez, comprobando que ya no es la misma niña y creyendo, firmemente, que aún lo es.

Y entre estas entretelas y disquisiciones filosóficas, el ritual escolar de lo práctico se impone. Ahora, después de los años, ya me he hecho un experto en forrar libros.