El ruido es improductivo, las acepciones que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua propone para su definición son consustancialmente negativas.
1. m. Sonido inarticulado, por lo general desagradable.
2. m. Litigio, pendencia, pleito, alboroto o discordia.
3. m. Apariencia grande en las cosas que no tienen gran importancia.
4. m. Repercusión pública de algún hecho. Sus declaraciones han producido mucho ruido.
5. m. Ling. En semiología, interferencia que afecta a un proceso de comunicación. 6. m. germ. Hombre que hace tráfico de prostitutas.
Y estos días hay mucho ruido, mucho ruido en las redes sociales, mucho ruido en las calles, mucho ruido en los grupos de wasap, mucho ruido en los medios, mucho ruido. Ruido.
Y el problema fundamental que provoca el ruido, según la Quinta definición, es que “genera interferencias que afecta a los procesos de comunicación”, sin aportar nada, ni soluciones, ni propuestas. Prestamos demasiada atención al ruido y así entra en juego la Tercera definición, “Apariencia grande en las cosas que no tienen gran importancia”, y lo situamos en un lugar que no le corresponde, porque entendemos, de nuevo que es improductivo y en muchas ocasiones, Segunda acepción, solamente “pendencia, alboroto”.
Pero el ruido es “desagradable”, Primera acepción, y nos provoca de inicio una reacción de encono, de cabreo, de indignación, y más tarde, una sensación de hastío y hartazgo, hasta que abandonamos la posibilidad de combatirlo. En esos momentos, el ruido parece más fuerte, más intenso y cobra aún mayor significancia la susodicha Tercera acepción e incrementando hasta llevarlo a los titulares, la Cuarta, la que hace referencia a la “Repercusión pública de algún hecho”.
“Mucho ruido y pocas nueces” que lo decían Shakespeare y el acervo popular.
¿Qué hacer con el ruido? ¿Ignorarlo hasta que se infiltre en los tuétanos de la sociedad? ¿Combatirlo desde la calle con mayores decibelios y provocar así, uno mismo, aún más ruido? Sin duda, es una cuestión delicada.
Yo optaría por someter al ruido a sus propias contradicciones, por quitarle los calzones y desvelar su nula relevancia en el devenir de lo cotidiano, por desvestirlo y dejar sus intereses al aire, intereses siempre impúdicos, siempre particulares, por demostrar que el ruido no nos salvará porque siempre, dicho está mil veces, es improductivo, es insolidario, es pendenciero y no nos aportada nada. Nada, solo discordias, litigios y alborotos, Segunda acepción.