Miramos al cielo y descubrimos aún el sol en lo alto de su magisterio, rotundo. Aprovechamos los últimos vestigios de la playa, apuramos los baños antes de que se oculte y todo lo invada cierta pelúa. Ocupamos las terrazas, buscamos el calor como gatos perezosos. Nos reconfortamos, nos estiramos, cerramos los ojos. Disfrutamos de este arrebato veraniego, de solaz y regocijo.
Pero hoy es 17 de noviembre y, como apunta el artículo de este mismo digital:
Marbella ha vivido el octubre más seco de los últimos 48 años.
Lo que nos dibuja otro panorama de tierra amedrentada, rota, que se muestra en fragmentos poligonales, seca y sedienta, hambrienta. Las plantas se agostan y queman sus tallos, hunden sus leves raíces en la tierra buscando el líquido sustento, el rastro de humedad que las alimente antes de llegar al fatídico punto de no retorno.
Si no llueve en San Miguel, llueve en San Dionisio y si no, en San Pedro Alcántara. Este era un hecho no hace muchos años. A una de las tres ferias que apenas se celebran con 15 días de separación le tocaba guarecer a su patrón del agua. “
Y es que en octubre no se registró ninguna precipitación, algo que solo había ocurrido anteriormente en 1985”.
Los datos son demoledores y deben hacernos recapacitar, repensar el concepto de buen y mal tiempo. “
El año hidrológico 2020-21 se cerró el 30 de septiembre con 532 litros por metro cuadrado, 158 menos que la media de precipitaciones en Marbella, que es de 690. En total, se han contabilizado 62 días con lluvias y ha habido hasta 87 jornadas seguidas sin precipitaciones, del 17 de junio al 12 de septiembre”.
El problema no es el hecho concreto, sino la tendencia, el sumatorio de periodos tan prolongados de sequías o de apariciones mínimas de lluvia. El año hidrológico de 2019-2020 ya fue muy seco y este lo está siendo aún más.
Los ecosistemas son delicados, frágiles y sutiles, los equilibrios que los mantienen vivos más aún y quizá la alerta debería despertarse en nuestro interior cuando en el mes de noviembre contemplamos a un grupo de niños recogiendo medusas en la playa del Faro.