Sierra de las Nieves

27/01/2021
Recuerdo la primera vez que vi un pinsapo. Fue en la senda de José Lima en Ojén, la ruta de El Pozuelo, que esconde en su cara norte un bosquete de esta especie. Su yema particular, su fruto, las ramas unguladas. La cuerda con la que caminaba continuó hacia adelante y yo me quedé allí, con la cámara en la mano, sabiendo que me encontraba delante de una singularidad de la naturaleza, una de esas especies endémicas que solo aparecen y se repiten en uno o dos lugares de todo el mundo y que obedecen a unas particularidades muy específicas y que, por tanto, el territorio en el que aparecen, también lo ha de ser. Particular. Específico. 

No sabía lo que era un pinsapo. Asociaba Málaga al discurso del sol y playa que todo lo fagotiza. Desconocía que uno de los montes más altos de la provincia alcanzaba los 1919 metros de altura y respondía al nombre de Torrecilla. Menos aún que había una sierra a la que denominaban De Las Nieves y que parte de mi estancia en Andalucía iba a transcurrir en su entorno, al abrazo de sus querencias.

Cuando mi vida se dobló en dos y el mapa de mil kilómetros unió sus puntas de norte y sur, cuando troqué mi Barakaldo natal por Ojén, en aquel año de 2006, mi alma de periodista me llevó a investigar un tanto el lugar en el que iba a aterrizar. Ya había tenido algún tímido contacto con esa naturaleza rocosa, casi enrabietada, en otra época anterior en Marbella, pero ahora la inmersión iba a ser mucho más profunda y requería conocer, saber, empaparme.

Sierra de las Nieves, Reserva de la Biosfera, Parque Natural y ahora, por fin, Parque Nacional. Un espacio privilegiado, de sobrecogedores bosques y peladas cimas, con una historia remontada al neolítico y siempre viva, con un habitante casi endémico que responde al nombre de Abies Pinsapo, con una traza etnográfica rica y poderosa, una gastronomía sin concesiones.

Hay algunos lugares en los que el poder telúrico de la tierra parece desbordarse y es capaz de poseerte hasta hacerte sentir en comunión con la naturaleza, un retorno a ese concepto de Gaia en el que la tierra es una fuerza integradora capaz de autorregularse. Sierra de las Nieves es uno de esos lugares.

Mi trabajo como periodista en el Grupo de Desarrollo Rural de Sierra de las Nieves, en el Patronato de Turismo y en el Ayuntamiento de Ojén me llevó a conocer de cerca paisaje y paisanaje, a amarlo con los ojos del forastero, a descubrirlo de nuevo en cada ocasión, a esperar de él, de ella, siempre un nuevo y arrebatador espectáculo natural. Así que cuando ayer el Consejo de Ministros nombró Parque Nacional a Sierra de las Nieves no pude evitar sentirlo también un poco propio, un poco mío. Forma parte de mi vida, de mi historia personal, de mis querencias.

Toca descubrirlo y toca cuidarlo. Y respetarlo más que nunca.

Parque Nacional Sierra de las Nieves.
 
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