Sin temor al monstruo

19/12/2018
Tengo una hija de 7 años, Daniela. En mi empeño como padre, en el empeño de su madre, siempre ha anidado el deseo profundo de educarla para que sea, se sienta, libre, para que sea, se sienta, independiente, educarla, criarla, que crezca insumisa del miedo, capaz de tomar sus propias decisiones, capaz de vivir su vida como ella decida y quiera. Pero hay días en los que esa voluntad férrea de su padre y de su madre, se diluye un tanto en la emoción del temor de que un día pueda ser ella.  

La conciencia de crear una sociedad feminista debería ser asignatura inmediata para cada nueva corporación que surja de las urnas, firmar un pacto de estado en la que la concepción de una sociedad compuesta por personas iguales sea troncal y forjar esa identidad social a través de la educación, de manera específica y de manera transversal. Un primer paso de un camino largo y lento, pero profundo, y sustentado en la inmersión y la normalización del feminismo como la mejor de las oportunidades y la única de las posibilidades de construir una sociedad mejor.

Mientras constituimos esa conciencia es necesario blindar la protección a las mujeres, desde la empatía y desde la seguridad. Debería resultar intolerable para la ciudadanía y sus instituciones tener sobre la mesa esa cifra de la ignominia de casi 1.000 asesinadas en los últimos 15 años, pero más aún poner el nombre y rostro a cada una de ellas, Laura, Ana, Sacramento, Manoli, Nuria.

Una ciudadanía que debería estar transida de dolor, de rabia, de indignación y que obligara a la clase política a blindar la Ley Contra la Violencia de Género para que ningún partido pudiera derogarla, dotarla del presupuesto necesario para que fuera operativa, conjugarla con una acción educativa inmediata en defensa del feminismo para transformarla en transversal, hacer efectiva, real, la protección y crear entre todos y todas el colchón de seguridad necesario para desarrollarnos como sociedad sin asaltos machistas.

Educación y protección para caminar, pero antes, creernos como sociedad que podemos conseguirlo, que podemos lograr la eliminación de la violencia machista de nuestras calles, pueblos, ciudades, trabajos, espacios comunes, que podemos criar, educar a nuestra hijas desde la libertad y la independencia, desde su empoderamiento, y hacer a nuestros hijos cómplices de esta lucha en pro de la igualdad.

Mientras, la madre de Daniela, 7 años, y yo nos empeñaremos en educarla insumisa al miedo, libre, independiente, sin temor al monstruo, sin temor al monstruo, mientras el monstruo exista.

 
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