La trampa de Starlite radica en que resulta imbatible como trampolín publicitario para la ciudad, en que la calidad de su line up, de su cartel, puede ser opinable, pero siempre incontestable, que la proyección de Marbella hacia el exterior sale reforzada con esta alianza.
Pero también es cierto que estos argumentos no eximen a la empresa y a las administraciones implicadas en su gestión de sus responsabilidades legales para con la ciudadanía de Marbella.
En torno al festival siempre han existido grandes incógnitas por despejar, pero su aparente abrumadora envergadura ha dejado las cuestiones más en preguntas de barra de bar que en auténticas exigencias de cumplimientos legales. No hablo de los partidos políticos que en uno y otro lugar sí han buscado la fórmulas administrativas de preguntar y ser contestados (a duras penas), si no de los propios vecinos y vecinas de la ciudad, que nos hemos dejado deslumbrar por los grandes nombres y, sin embargo, no hemos ido a los menudillos del asunto.
Baste un ejemplo. El tema del canon ha sido sonrojante. Que un evento que utiliza en beneficio propio y con ánimo de lucro un espacio público y que mueve millones de euros estivales al año haya pagado desde sus inicios a las arcas municipales un estipendio de 7.000 euros anuales calculados por el espacio utilizado es, cuando menos, chocante. Que una vez reajustado el nuevo precio del canon se estipulara en 121.000 €, calculado según el volumen de negocio, parece más aproximado. Pero que la empresa no lo haya pagado, lo haya recurrido y que ahora se le quiera hacer un traje a medida, resulta no ya chocante, si no preocupante para la ciudad.
Le falta luz, le falta taquígrafos, le falta transparencia. Y se le suman desaires públicos, amenazas más que veladas, y un pulso entre empresa, partidos y administraciones en el que la que pierde es la ciudad de Marbella.
No seré yo el que esté en contra de Starlite, puedo no compartir el modelo de festival que todo lo fagotiza y preferiría que además de los nombres internacionales se apostara por otra línea musical más apegada a la tierra, con más espacio para lo local, con bonificaciones para los residentes en Marbella, que proyectara a nuevos talentos, que estableciera acuerdos y sinergias con los empresarios nocturnos locales para no crear competencia desleal, en fin, este no es, como digo, un debate sobre el modelo.
Los agoreros y salvapatrias a estas horas de artículo ya habrán posicionado al que escribe en uno u otro lugar, con total seguridad, pero les diría que servidor, aquí y ahora, solo está del lado del que todos y todas deberíamos estar, el del cumplimiento de la legalidad.