Y no sabemos aún el cómo ni el cuándo, apenas sabemos el por qué, lo que si vamos sabiendo con el paso de los días es el cuánto.
Cuánto nos ha costado, nos cuesta, nos costará esta crisis sanitaria, económica y social. Cuánto en número de vidas, en número de enfermos y enfermas, el número de hospitalizaciones, el número de camas UCI, el número de personas recuperadas, salvadas, traídas de nuevo a la vida.
También vamos conociendo cuántos puestos de trabajo se ha llevado por delante ya la pandemia, cuántos negocios han cerrado ya, una previsión de cuántos tendrán que hacerlos, cuánto va a descender el PIB de España el próximo año.
Y cuánto tiempo, tiempo, a qué horas podemos abrir y cerrar, salir o entrar, correr, pasear al perro, días encerrados en la primera reclusión domiciliaria, meses obligados a convivir en lo íntimos, fecha en la que tendremos una vacuna, años en los que la economía comenzará a recuperarse.
Cuando las emociones parecen ser medibles, mensurables, creemos entender el mundo un poco mejor, de manera más concisa y exacta, y al creer conocerlo mejor pensamos en la posibilidad de domesticarlos, domeñarlos, domar la enfermedad, las consecuencias de la tragedia y con ello poder salvarnos. Apelar a los os sustantivos concretos, que apuntaría Daniela, recién estudiados en el colegio.
Pero luego están los sustantivos abstractos, esos que no se pueden medir, los que abarcan tanto o mucho o poco o bastante en nuestro corazón y nuestras emociones, tales como angustia o dolor o desesperanza o afecto o amor o cariño. Y con todos ellos, imposibles de controlar, de afinar, de ajustar, juega nuestra mente en estos días inciertos, en los que se oye el rumor de una nueva tormenta que prevé asolar con todo, llover sobre mojado, debilitarnos de manera quizá definitiva.
En estos foros en los que uno puede charlar al albur de una cerveza o un café o una vela, repito en alto, no sé si también para mí mismo, que solo nos queda ser optimistas, que no hay otra opción posible, que ya conocemos todo lo malo que nos ha traído la pandemia, pero que debemos luchar contra la angustia y la sensación de derrota, mirar al horizonte y dibujar en él una posibilidad de futuro.
Pensar en lo trivial, tomar un café en el Bar del Mercao, cenar en El Lago, comer en Los Cañizos o en El Varadero, y en lo más sensitivo, pasear por el Pinillo y sentir la brisa fresca del mar en el rostro, sentarme en un banco de La Alameda bajo la sombra sólida de sus árboles; y en lo más emocional como abrazar a mis padres fuerte y largo, visitar sin complejos a mi prima, hermana, Miriam, disfrutar sin complejos de la compañía de mis amigos, amigas.
Vendrá ese tiempo, vendrá, y los sustantivos concretos darán la razón a los sustantivos abstractos.
“Sustantivos concretos y sustantivos abstractos”, originalmente emitido en La Firma de Ser Marbella Costa del Sol.