Tiroteos

El clamoroso silencio sobre los tiroteos, desgraciadamente habituales, en Marbella es atronador. La normalidad con la que se ha asumido que esto suceda en uno de los municipios más importantes de Andalucía y uno de los destinos turísticos más destacados del mundo es más que preocupante. 

Con el de Nueva Andalucía de esta semana, un eufemismo técnico para citar lo menos posible Puerto Banús, ya son tres los tiroteos vividos en la ciudad en un mes. A plena luz del día, en motocicleta, con ropa oscura y cascos cubriéndoles el rostro, disparos y huida rápida. Como en una película.

Cuando hace más de doce años Miguel Díaz y Antonio Romero publicaron el libro “Costa Nostra: Las mafias de la Costa del Sol”, transformado ahora en pódcast de gran audiencia, fueron demasiadas las voces que se levantaron en su contra, acusándoles de generar mala prensa de la ciudad y una corriente de opinión que atentaba contra el turismo y la imagen internacional de Marbella.

Más de una década después el tiempo no sólo les ha dado la razón, sino que ha subrayado sin matices las tesis expuestas en ese estudio, ensayo, en formato de libro.

Pero, como decía al inicio, lo que resulta clamoroso es el silencio, o las declaraciones sotto vocce de la administración local al respecto, y la pasividad de una sociedad que parece mirar de soslayo estos casos de acción mafiosa como si no fuera con ellos o con ellas porque los implicados, tanto víctimas como victimarios, parecen ser otros, terceros.

Sería baladí no asumir que esa Costa Nostra a la que apuntaban Díaz y Romero vive entre nosotros, pueden ser nuestros vecinos y vecinas, ingenuo no hacerlo o, quizá, quién sabe, interesado mirar hacia otro lado.

El caso es que la violencia no resulta ajena a las calles de Marbella, ese tipo concreto de violencia que se repite de manera permanente desde hace años. Una violencia que si fuera de otro signo ya tendría, seguro, su contestación en las calles, su exigencia pública, su demanda política.

Pero. Son otros, son terceros.