Y resuenan los vencejos como un eco de esta primavera extraña que no termina de eclosionar. Me recuerdan a un verano de hace casi treinta años en Oronoz-Mugaire, cuando su canto recorría los alares de aquella casona enorme en la que nos hospedábamos. Todo era verde y húmedo y fragrante. Y aunque los asocio a otras primaveras mediterráneas, el primer recuerdo, su primer cantar siempre me lleva a aquella localidad navarra.
Estos últimos días los he escuchado con su vaivén desde mi casa en la calle Serenata. Van y vienen como una sinfonía única, particular, un griterío que aparece y desaparece, y que parecen llevar consigo la propia esencia de la primavera que este año se ha sumado al petricor, el perfume de la tierra seca cuando llueve, a los cielos implosionados de rosas y de grises, al juego de nieblas que se encaraman a Sierra Blanca como un abrazo, al rumor del agua por la noche.
Y es, además, un sonido que llama a libertad, que permite evadirse más allá del tiempo y la distancia, un momento fugaz de desconexión que me permite evadirme con su vuelo. No exagero. Es automático. Se produce en mí esa sensación mágica de volar, de éxtasis momentáneo.
No es la primavera de mis estaciones preferidas. Soy candidato pleno a la astenia y a las alergias que provocan los mirabobos (al que también llaman árbol del paraíso, cinamomo o árbol santo) que se asoman a la ventana de mi habitación, pero sí es cierto que celebro la llegada de los vencejos como un regalo.
Me asomo a la terraza muy de mañana con un café en la mano, aún refresca, veo la vida pasar aquí y allá, los coches fugaces, los patinetes, los paseos rápidos en pos del autobús que se escapa…. El tráfago diario, y un día, de pronto, ahí está el canto de los vencejos. Primero los escucho y luego los veo, evolucionando en el aire, subiendo y bajando en cabriolas y piruetas y a veces sueño con transmutarme en uno de ellos y volar alto, volar lejos, mientras contemplo la vida ahí abajo y canto a ese vecino de la calle Serenata que se asoma a su terraza con un café en la mano muy de mañana.