Vientos

14/06/2024
El viento ultra que azota Europa es un viento que cercena, que lamina, que excluye y que devora. Un viento brutal e insolidario. 

Un viento antisocial que atenta contra los derechos, una auténtica cruzada contra las minorías, contra las personas migrantes, contra la sostenibilidad y contra la emergencia climática…. Un viento belicoso y proarmamentista.

Un viento que devora, que engulle, inflama y arrasa.

Un viento que parece tener como objetivo laminar el estadio del bienestar en favor de una menor intervención de lo público, en favor de la libertad. La libertad, un concepto, una idea que el pensamiento y el vocerío ultra ha transformado al albur de su interés ideológico y que les permite hacer y decir lo que quieran en contra de quien quieran, frente al compromiso que debe suponer la libertad en defensa de todos y de todas.

Un viento, el ultra, que se sostiene en la nada del populismo, en la proclama y en el titular, sin descender nunca a la base ideológica de los asuntos que desprecia o ataca, defendiendo sus axiomas desde el impulso inmediato del clickbait. En una sociedad de consumo rápido e inmediato, el eslogan del populismo ultra ha calado de manera inmediata a través, sobre todo, de las redes sociales, pescando en un caladero de voto joven que se vive en ese ecosistema mediático.

Un viento que oculta quién se esconce y alienta sus velas. Como apuntaba Fernando Luengo en un artículo de La Marea “Miles de grupos de presión (lobbies, en su acepción inglesa) que articulan los intereses de las grandes empresas -productivas, comerciales y financieras- extienden sus tentáculos a lo largo y ancho de las instituciones comunitarias.

Participan activamente en los procesos de adopción de decisiones, a través de espacios opacos y colocando a sus representantes en puestos clave en el entramado institucional comunitario, y recibiéndolos luego en sus empresas a través de unas puertas giratorias que funcionan continuamente, sin ninguna restricción”. La libertad que demandan tiene un precio, un precio tasado por las elites económico financieras que jamás a postarán por la justicia social, la redistribución de la riqueza o la fortaleza del estado del bienestar.

El viento ultra que azota Europa puede terminar asolándola, convirtiéndola en un yermo de diferentes estados identitarios y ultranacionalistas que funcionarían como islas independientes en un mundo cada vez más voraz.

Frente al viento ultra, sólo queda una opción: Más democracia. Y eso requiere más participación, más implicación, más movilización… No es este el tiempo de quedarse en casa, en el tiempo de desplegar las velas y luchar contra los vientos de insurrección ultraderechista.
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