“Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”, Italo Calvino, Las Ciudades Invisibles.
Y en el fondo, cuando votamos en las elecciones municipales, lo que escogemos es la ciudad en la que queremos vivir, habitar, coexistir, procrear, amor, porque como apunta Calvino las ciudades son un conjunto de memorias, deseos, signos…”.
Por eso, dentro del trascendente papel que jugamos la ciudadanía en nuestra vida en democracia, hay unos comicios, estos, los del domingo, los locales en los que nuestro empeño debe ser primordial, nuestra voluntad férrea, porque más allá de otras consideraciones, lo que se escoge es la tierra del pueblo, las palabras, deseos, recuerdos que queremos sembrar para el futuro.
Hay un interés perpetuo por banalizar la política, por ridiculizarlas, por desposeerla de su razón última o primera de ser, que es la transformación de la realidad próxima, por eso, la lucha contra los descreídos, las apóstatas del voto, debe ser consustancial a nuestro derecho a ejercerlo, directamente proporcional, cuanto más descreimiento hay en la calle, más razones para acudir a las urnas debemos tener.
La abstención es el refugio de los cobardes, de las personas que no quieren dar un paso al frente, de los desmovilizados, de los acodados en la barra del bar, de los cínicos… Contra esta dura afirmación se podrán esgrimir mil argumentos, pero la realidad es que quedarse en casa no beneficia ni a la democracia ni a los resultados.
Decía un amigo, querido, que una mayor participación garantiza un resultado más justo porque más personas más diversas habrán podido dar su opinión y yo añadiría que el mapa que nos ofrece una alta participación refleja mejor los talantes de una sociedad, porque el espejo de las urnas en el que nos miremos será más parecido al original.
Por supuesto, la libertad individual es requisito imprescindible para que la democracia sea una realidad, pero si somos capaces de asumir nuestro poder de transformar las cosas, empoderarnos a través de cada uno de los votos, esa realidad que surja de las urnas nos fortalecerá como sociedad.
El domingo iré a votar, me gustaría hacerlo acompañado de Antonia, de Daniela, como tantas otras veces, de Juana, que me acompañó por primera vez, de Benjamín, que desde su anarquismo metódico me demostró la importancia de un ideal.
No podrá ser, pero cuando deposite mi voto en el colegio Miguel de Cervantes el domingo, me acordaré de ellos, de ellas, del futuro que deseo para Marbella, justo, solidario, feminista, respetuoso con el medio ambiente, sostenible. No faltaré, como nunca he faltado desde 1993.