Asoman las aristas de la primavera entre los espejeos del mar. Los días se han alargado y sol reina con fruición y placidez en las horas del mediodía. Se perfuman las calles, trinan los pájaros alborotados en las copas de los árboles, y se estiran los atardeceres ad aeternum. “La primavera ha llegado a la ciudad y no sabes lo bien que me sienta”, que fraseaban aquel grupo de trip hop que se llamaba Facto Delafé y Las Flores Azules en el tema “Mar, el poder del mar”.
Y razón llevaba el trío musical, porque a este Mediterráneo de adopción en el que resido la primavera le saca los colores, la rotundidad de los contrastes, la dislocación visual entre la blancura de la cal y la profusión colorista de las gitanas y geranios.
Revive su espíritu más poético y su versión más hedonista.
La arena más cálida que templada, el sol que riela sobre la espuma del mar, una cerveza fría al borde de la playa, o dos, la fragancia insólita del azahar, la presencia primera, apenas atisbada de la dama de noche.
Se cumplen, canónicos, todos los tópicos que hacen del Mediterráneo lo que es. Muchas veces un sueño antiguo, una entelequia histórica, una visión homérica del mundo alrededor.
Esta rotundidad nos acompleja un tanto a los veranófobos, que nos vemos en la obligación, instinto natural, de caer en las redes de estos preludios de verano y nos dejamos llevar al agostamiento, a la irradiación primaveral, y nos vencen los prolegómenos de un estío que nos intimida.
Marbella despierta a la primavera y sucumbe a sus encantos pródigos. La ciudad cobra un nuevo espíritu, más acorde con su esencia que los otoños y los inviernos suaves de los que se presume en la localidad.
Es un privilegio, sin duda, disfrutar de la eclosión primaveral en esta ciudad, comprobar cómo se despereza la naturaleza, como ribetean las flores, cómo la montaña reflejas sus tonos verdes sobre el mar.
Temeré la llegada del verano, sin duda, pero me dejaré llevar estos días en los que desempolvamos la ropa de verano y comenzamos a tocarnos con gorras y alpargatas mientras el primer aroma de Aftersun puebla las anochecidas.
“La primavera ha llegado a la ciudad
Y no sabes lo bien que me sienta, mama
Los días tranquilos, transcurren serenos
Tus pasos los míos, peinando el sendero”.