Todos recordamos aquella serie de televisión llamada Autopista hacia el cielo, en el que el protagonista, el recordado Michael Landon (La Casa de la Pradera) interpretaba a un ángel enviado a la Tierra, en donde junto a un acompañante llamado Mark Gordon, mostraban los diferentes problemas cotidianos a los que se enfrentaban los seres humanos a lo largo de su vida, es decir, soledad, enfermedad, tristeza, discriminación, muerte, incomprensión.. e intentaban buscar una solución.
Pues bien, en la realidad no televisiva, nuestra cercana y cada vez menos usada, Autopista de la Costa del Sol, parece que no está viviendo sus mejores tiempos. Hace días podíamos conocer que la empresa concesionaria va a plantear un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para 19 empleados. Lo curioso de este asunto es que los trabajadores de la autopista han propuesto a la empresa que se reduzcan los sueldos antes de proceder con despidos, estando previsto el necesario ahorro de 400.000 euros anuales necesarios para sacar a flote la entidad.
Parece que los responsables patronales han rechazado la propuesta de los empleados y sigue insistiendo en sustituir trabajadores por máquinas cobradoras (aunque se ha dicho que ya fueron instaladas algunas máquinas hace tiempo…).
Cualquiera que haya tenido, por razones siempre de urgencia o apremio de tiempo, que usar la referida y prohibitiva en cuanto a precio, Autopista de la Costa del Sol, para apenas una veintena de kilómetros en dirección a la capital, sabrá que en temporada estival, al sablazo que le pueden dar se une el no aumento de personal cobrador, con lo que el poco tiempo que uno se ahorra al usar la vía de peaje, se pierde al pagar tras soportar la correspondiente cola. Es decir, nos cobran más por no sé qué mejora de servicio, más bien al contrario, es bastante peor que en la temporada “baja”.
Que en tiempos como los actuales, donde parece que podemos empezar la ansiada recuperación (según lo que observo y según la constancia que tengo a nivel profesional), una empresa como la concesionaria de la Autopista más cara del mundo, pretenda despedir a casi una veintena de trabajadores para sustituirlas por máquinas, hace que tengamos que rememorar a Michael Landon y su amigo de la inconfundible gorra y aquellos problemas cotidianos a los que se enfrentaban. Recuerdo: soledad, enfermedad, tristeza, discriminación, muerte, incomprensión. Todo eso están sufriendo esos trabajadores que esperaban disponer de una cierta estabilidad laboral al ser empleados de una concesionaria de un bien único en la zona.
Porque debemos recordar que la autopista sigue gozando de ciertos (bastantes) privilegios, como la velocidad a la que se puede circular. Ya en su momento comentamos en esta Trastienda la campaña que hace en las pantallas luminosas justo enfrente del conocido parque comercial, en la que constantemente nos recuerdan aquello de “
por la AP7 puedes ir a 120, y por la A7 solo a 80…”, por no hablar de la instauración de los radares de tramo, que no hacen sino retardar aún más la circulación. Y que ni siquiera se ha planteado tomar medidas para aumentar los usuarios, como si ha hecho la Autopista de las Pedrizas, que establece descuentos para ida y retorno en el mismo día, o para ciertos días de la semana.
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