Hay días que, leyendo los periódicos, viendo las noticias o escuchando los informativos radiofónicos, a uno le quedan ganas más que de llevarse las manos a la cabeza, de darles tortazos a más de uno en su cabeza. Líbrenme de querer propagar acto de violencia alguno, pero es un símil el utilizado para que entiendan lo que pretendo comentarles hoy en este espacio de opinión.
Me refiero -un día más- al cercano ámbito local, sobre todo cuando veo a ciertos personajes, con un micro en la mano, o en la solapa (porque asistan a algún programa), hablar de políticas de empleo, de oportunidades laborales, de ejemplos a nivel laboral… Que eso lo haga quien se ha labrado un presente y éste deriva de esfuerzo, tesón, preparación académica, nivel intelectual…. No tendría derecho a crítica alguna. Pero si quien habla de esas referidas políticas de empleo, de esas mencionadas oportunidades laborales y de esos aludidos ejemplos, tienen la auténtica desfachatez de hacerlo a nivel municipal cuando han entrado en el Muy Ilustre Ayuntamiento por la puerta de atrás, sin proceso selectivo alguno, sin formación alguna, por ser pariente de fulano, mengano o zutano… o bien van saltando de administración en administración porque (como ya hace años comenté en otros medios), “no valen ni para llevar las bolsas de la compra a casa”, eso es lo denunciable (denuncia social, no denuncia en términos jurídicos)
Me exaspera (cuando no desespera), escuchar a algunos hablar en público sobre los medios que se ponen al servicio del ciudadano para la búsqueda de empleo, de los esfuerzos que hay que hacer para formarse, para estudiar, del tiempo que debe invertirse en la práctica de distintos idiomas… Y lo hacen, precisamente, personas que están o han estado (y entrado) colocados a dedo, que en algunos casos no saben hacer la O con un canuto (con demostración fáctica de inutilidad e incluso hasta cabría la acreditación de la misma..); en otras situaciones, se han aprovechado de la creación de asociaciones de diversa índole para que el dedo se convierta, no en acusador sino en colocador; o por qué no hablar de servirse de la experiencia colocadora para, precisamente, hablar y aconsejar sobre lo que deben hacer otros para conseguir un trabajo… pero no de la forma en la que el “ponente” lo ha hecho (que si no le fastidian el invento).
Luego, si criticas a quien hace las cuestiones anteriormente expuestas (un servidor lo ha hecho siempre), quienes pretenden llevar a cabo una labor defensora de esos que hablan de los ejemplos de empleo, siempre sacan las mismas coletillas: “¿no lo hacen todos?”; “¿tú no lo harías?” Pues, si, lo hacen todos, pero eso no es una argumentación con un mínimo de nivel intelectual para defender esos hechos, asentados en la administración, a todos los niveles, pero como el nivel más cercano y conocido es el local, y es donde conozco casos verdaderamente indignantes e irritantes.
Y ellos tan tranquilos… todos los meses con sueldecito en su bolsillo. ¿Qué más les da?