Marbella se tiñe de morado

01/04/2015
Hoy es Miércoles Santo. Hoy está, un año más, Marbella hasta la bandera. El tiempo está otorgando ese plus de sol que tanto necesitamos, para que nuestros visitantes vuelvan a sus lugares de origen con el cierto color tostado en su piel, para que nuestros empresarios de playas y zonas adyacentes se lleven más de una alegría, para que la zona comercial del Casco Antiguo sea un hervidero de personas que van y vienen, consuman y compren, en los magníficos negocios allí instalados. Para que, tambien, las superficies comerciales reciban clientes (hay para todos, y muchos viven de sueldos que dependen de ventas por aquellas zonas). 

Pero, hoy, Miércoles Santo, es el día en que Marbella se tiñe de morado. Cuando a partir de las nueve de la noche, centenares de nazarenos atraviesen el dintel de la puerta lateral de la Iglesia de la Encarnación, cuando los tambores de la Banda de Cornetas y Tambores de la Esperanza de Málaga comiencen a llenar de sonido el cielo marbellero, cuando la Agrupación Musical la Pollinica haga lo mismo a continuación, cuando las hermanas de mantilla hagan de su belleza un signo de dolor… y cuando Nuestro Padre Jesús Nazareno salga a esa atestada Plaza de la Iglesia, entonces podremos decir que, otro año más, el Señor de Marbella llevará el fervor a cada rincón de este pueblo.

La devoción que nace de esa túnica morada; la admiración que provoca el de la Cruz a cuestas; la convicción de su protección; la contemplación en su rostro por parte de miles de personas; la fe que mueve ese trono, majestuoso, llevado por los que -para mí- siguen siendo los mejores portadores del mundo; la confianza que te da verlo en cualquier rincón; la seguridad que no te va a fallar; la esperanza que consiga hacer realidad tus sueños; la ilusión que nace en los más pequeños por ser nazarenos, la espera de muchos, durante años, para poder meterse bajo las varales de ese trono... todo eso, y más, hace que cada año, la noche del Miércoles Santo, en Marbella, las ropas, las velas, los sentimientos, los sonidos, los olores, las luces… todo se tiña de morado.

Atrás dejamos, por unas horas, rencores, odios, inquinas, antipatías, resentimientos, animadversiones, tirrias... para pedirle por un mundo mejor, por una sociedad más justa, por un país que siga saliendo de esta maldita crisis que se ha llevado por delante tantas ilusiones, por un pueblo que siga recibiendo miles de personas que arriban en busca de muchas más cosas que sol y playa, por los recuerdos de muchos, por las esperanzas en la consecución de un empleo, por los sueños de tantos, por la curación de ciertas enfermedades que no entienden de edades.



Esta Semana Santa, personalmente, está siendo la más especial de las hasta ahora vividas en mis 28 años de vida cofrade. No sólo por tener la ausencia más grande y ese pilar tan inmenso que, para un hijo, supone una madre. Los momentos que estoy viviendo, por suerte, (y por la acción del Nazareno, que el 22 de diciembre de 2014 fue, una vez más, justo, y dio la oportunidad a un grupo de personas, de dar un cambio a muchas cosas) sin duda alguna, esos momentos, no los olvidaré el resto de mi vida.

Poder estar en la diminuta capilla de San Juan de Dios, presenciando de forma privilegiada el primer toque de campana de la Semana Santa de Marbella; poder hacer una ofrenda floral a María Santísima de Paz y Esperanza, teniendo la cabeza de varal a escasos centímetros, y dentro de la Capilla del Santo Sepulcro; poder representar a mi Hermandad en el paso del Lunes Santo por la Tribuna de Venia; y tantas vivencias con mis amigos y hermanos, durante horas, preparando y ultimando tantísimas cuestiones para que todo salga a pedir de boca y el pueblo de Marbella vibre esta noche con su Cristo Nazareno.

Don José López, cura párroco de la Iglesia de la Encarnación y Director Espiritual de todas las Hermandades de Marbella, lo dijo bien claro en su pregón nazareno del pasado 21 de marzo de 2015, “nadie puede poner su apellido como posesión de honor y nadie puede perpetuar su puesto como privilegio a su labor”, así como “no dejéis nunca que alguien quiera convertir la Hermandad en su cortijo, o en su propiedad”. Y eso es exactamente lo que hizo un grupo de entusiastas hermanos, hartos de muchas cosas, cansados de aguantar ciertas actitudes, formas y maneras. Pero lo hizo con la mejor de las armas que los hombres y mujeres disponen, las normas y su aplicación. Con la mejor de las intenciones para con esta Hermandad y este pueblo de Marbella. Y siempre, con la mejor de las voluntades.

Ahora, es momento de disfrutar del trabajo, de las horas de dedicación, de los momentos de preocupación, de los instantes de intranquilidad. Siempre lo he dicho, el Nazareno está con nosotros. Y con Marbella. Disfruten. 
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