Morir como Dios manda

Parece que el consistorio, toda vez que ha recuperado la gestión de los lugares de reposo eterno, quiere emprender una destacaba renovación, como se ha informado a los medios la pasada semana. Y la empresa que resulte adjudicataria tendrá que realizar una inversión, nada menos que 2,6 millones de euros al objeto de rehabilitar y ampliar las instalaciones, con el objetivo de adaptarlas a la normativa vigente.

 

En la información a la que los ciudadanos de a pie hemos tenido acceso, se ha hablado de las notorias reformas que se llevarán en el camposanto de San Pedro y en el de Virgen del Carmen (el cementerio “nuevo” para todos…), pero no se ha mencionado en ningún momento qué pretende hacerse con el de San Bernabé (el “viejo”…), donde asistir a un duelo convierte una situación ya de por sí, desagradable, en una desapacible estancia no sólo en inverno (en donde existe apenas un metro para que todo el mundo se sitúe en la estrecha acera de la calle Fray Agustín de San Pascual, a cobijo de las inclemencias del tiempo), sino en verano, con unos simples toldos que dan poca sombra y muchos acaban situándose en la acera de enfrente, apoyados en el muro del colegio Cinco de Noviembre para aguantar el sol que cae a ciertas horas del día.

Posiblemente sea dicho cementerio de San Bernabé el más usado por los ciudadanos, por diversas cuestiones (existencia de panteones familiares, nichos o simple cercanía), pero es donde seguramente se ven las mayores vergüenzas de lugar como ese, con dificultad de aparcamiento, con vehículos que circulan a un metro escaso de la entrada de las salas de duelo (y menos mal que hace años construyeron sistemas de calmado del tráfico), con apenas dos bancos de hierro de forja para sentarse en largas horas de espera… Porque hablar del interior de las salas es capítulo aparte, con unos sillones de “escay” y varias sillas.

 

Durante años, desde todas las instancias ciudadanas, se ha venido reclamando una solución a una situación lamentable en un servicio prioritario para los ciudadanos, y que no es otro que contar con unos cementerios en consonancia con la categoría de la ciudad. Marbella no puede tener cinco estrellas para ciertas (muchas) cosas y disponer de unas necrópolis como las que tiene, en donde pasar el mal trago de despedir a un familiar, o a alguien cercano, se convierte en una mezcla de pena, angustia y desagradables lugares, a diferencia de otros puntos de la geografía en donde se cuentan con dignas instalaciones. Y es un negocio que, para una empresa con posibilidades financieras que pueda afrontar, seguro que obtiene beneficios pues es claro que la vida de las personas tienen un fin (en muchas ocasiones, involuntariamente antes de lo deseado…) y siempre contarán con “clientes” a quien ofrecer esos lugares, porque cada es menos usual los velatorios en las casas (como sí se practicaba hace años).

 

Cierto es que en tiempos como los actuales es difícil que se puedan conseguir entidades concesionarias que mejoren esos lugares y posteriormente los exploten, pero ojalá aparezcan, y en donde se ofrezca a los familiares y amigos de los causantes unas dignas instalaciones en donde pasar esas horas en las mejores condiciones. Pero es que Marbella ha dispuesto de épocas en donde los fondos disponibles si permitían una mejora en estos lugares (en alguna ocasión vimos bocetos de proyectos para construir modernos camposantos), pero se ha preferido invertir en otras cuestiones.