Por la calle se puede ver a todo el mundo igual, con similar gesto, con análoga actitud, con semejante talante. Y es que los tiempos actuales nos han hecho llegar a esto. Y aunque muchos piensan que tiempos pasados parece que fueron mejores, lo cierto es que se hacían otras cosas diferentes, se mataba el tiempo con otros recursos, la espera en cualquier acto o acontecimiento, por no hablar de una cita, se prolongaba con otras soluciones.
Ahora, repito, vas por la calle y observas a todo el mundo igual (me meto en el saco el primero). En una situación habitual, frecuente, usual, cotidiana… en cualquier lugar en donde uno se encuentre, ya sea en Marbella, en Málaga, en Madrid o fuera de nuestras fronteras. Afecta a todos por igual, a los más pudientes económicamente, a los que pasan muchas más dificultades, e incluso hasta a los que en teoría no debería afectarles la recesión actual.
Se visiona en cualquier rincón o punto de la ciudad, ya sea en la cola del banco, mientras esperas turno en una administración pública, aguardando que el semáforo se ponga en verde, mientras llega el autobús, tomando un simple café, o bien cuando uno se desplaza en transporte, sea del tipo que sea.
Y no viene todo esto motivado por la grave situación económica del país, ni por la histórica tasa de paro, ni la situación de la prima de riesgo, ni la posibilidad o no de rescate comunitario, ni por el dramático escenario que disponen muchas familias, ni siquiera por los recortes llevados a cabo por los gobernantes… Y lo peor de todo es que no sólo se puede ver esto en nuestra Marbella, te desplazas a otros puntos del país y el panorama es absolutamente el mismo, vayas por donde vayas y te desplaces como te desplaces. Eso es lo grave, que el escenario se reproduce diariamente en cualquiera de los confines del país, y allende nuestros mares.
La culpa de que ninguno levantemos cabeza la tienen… los actuales teléfonos móviles, llamados “smartphones” porque han cambiado muchos de nuestros hábitos cotidianos: antes uno miraba de cuando en vez si tenía alguna llamada perdida (por no haber escuchado el timbre de llamada…) o algún SMS (qué lejos quedan aquellos “mensajitos”…). Ahora la disponibilidad de Internet en el teléfono, el acceso al correo electrónico, las redes sociales, o el genial invento del “Whatsupp”… todo ello hace que aprovechemos cualquier tiempo que antes se consideraba muerto, para comprobar los e-mails, ver el periódico en la pequeña pantalla, o actualizar el estado en Facebook o Twitter.
Vamos (insisto, TODOS) por la calle caminando con la cabeza baja y con la mirada puesta en la pantalla del teléfono, con un mano en el teclado táctil (cuando no con las dos manos, para escribir más rápido, no sin antes cambiar el móvil a posición horizontal…). No hay forma de levantar cabeza, y lo malo -o bueno- es que por una vez y en ese aspecto, lo económico no incide para nada.
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