Palizas, piraterías y otras cosas

14/01/2013
En los recientes días pasados, primera semana del año una vez finalizada la Navidad y todas esas fechas en las que nuestras vidas se tornan en una sucesión de comidas, reuniones, compras… la noticia más relevante en la ciudad ha sido la brutal agresión sufrida por un agente local, fuera de servicio, mientras paseaba con su familia, en pleno Paseo Marítimo. 

Según se ha sabido, el agresor reconoció al agente que el día anterior le había denunciado, y todo porque un ciudadano alertó a las autoridades ya que el ahora detenido por agresión (vendedor ambulante) había recriminado de malos modos a dicho ciudadano porque, sin querer, estuvo a punto de pisar la mercancía falsificaba que supuestamente estaba vendiendo.
 
Es decir, nos encontramos: que un ciudadano es recriminado por un vendedor ilegal en tanto que vendía mercancía falsificada; que un agente uniformado asiste a dicho ciudadano porque parece que, por un despiste, había pisado la mercancía (falsificada) que estaba en el suelo (como si tuviéramos que ir mirando al suelo para no pisar bolsos, cd’s, cinturones…que instalan los vendedores, principalmente en el Paseo Marítimo); que ese agente, al día siguiente, cuando plácidamente pasea junto a su mujer e hija, es brutalmente agredido; y que el detenido ya le constarían hasta ocho detenciones con aspectos relacionados con extranjería y desobediencia.
 
Y comenzó entonces el debate en la calle y en las redes sociales (que se han convertido en auténticos foros), en donde el tema principal ha sido algo que ciertos medios han destacado en los últimos días, y que pude personalmente comprobar: en todo el Paseo no vi un solo vendedor de falsificaciones. Cuando hasta hace días, podías llegar a contar hasta tres o cuatro decenas en el tramo comprendido entre Hotel El Fuerte y Plaza del Mar. De cuarenta a cero en unos días.
 
Debate y discusión centrado en que si los hombres de color (llamémosles así, que si no empiezan las acusaciones infundadas de racismo si les llamas por el simple color de su piel) son el último escalafón de la cadena delictiva; que la sucesión criminal comienza más arriba y es a los “capos” a quien debería arrestarse; que los vendedores son pobres hombres que se ganan la vida… Pero lo cierto es que algunos, sobre todo la progresía, nunca amparan a los pobres empresarios que tienen que cerrar sus tiendas porque no venden… y no me refiero a negocios que ofrecen las marcas oficiales de lujo, sino menciono a pequeñas tiendas que dejan de vender simples bolsos, cinturones, carteras, pareos, gafas de sol… o bien cuando algunos no han salido en defensa de ese agente municipal, que en presencia de su familia, es asaltado y embestido por alguien que, encima, parece ser que le dijo la frase “oye blanquito, ahora sin el uniforme a ver qué pasa”. Un trabajador que realizaba su labor. Independientemente, y eso es otro tema, que en el cuerpo local de policía hay de todo (como en botica), encontrándote casos de agentes que debieron “sufrir” un autentico milagro el día que accedieron al puesto porque van faltos de nivel mínimo de neuronas… y lo sé de primera mano por las respuestas que algunos me han dado en ciertas cuestiones. 

¿Qué pasa entonces? ¿Se han ido, tienen miedo y están escondidos? ¿Por qué se hacía la vista gorda en verano y el resto del año salvo esta semana? Porque no pretenda nadie negar que se ha mirado para otro lado porque todos hemos podido comprobar cómo los vendedores apostados a lo ancho de la calle, en cuanto avistaban el coche o moto patrulla, el agente a pie o incluso la patrulla equina (que ha vuelto a las calles últimamente) se esfumaban, y los agentes del orden, a sabiendas de su existencia, ni paraban el coche o moto cuando veían retirarse unos metros o adentrarse en la playa, volviendo a los pocos segundos a montar los correspondientes tops mantas.
 
Pues bien, en las últimas horas, e insisto, lo comprobé in situ, no vi absolutamente ni un solo vendedor de objetos falsificados en todo el Paseo Marítimo en la tarde del pasado sábado. Y no es que hubiese una legión de agentes de Policía Local, al contrario, me crucé únicamente con una pareja a pie y otra con sus motos apostadas en el habitual punto bajo el Faro. Es decir, nada que no sea habitual. En cambio, lo inhabitual era la deserción de vendedores (desconozco si son senegaleses, guineanos o zambianos).
 
¿Ha tenido que suceder ese desgraciado suceso para que se tomen reales medidas en contra de la venta ambulante de artículos falsificados? ¿Las medidas persistirán o serán sólo por unos días hasta que pase la tempestad? ¿Se tendrá la misma diligencia en ese tema que la fijación con ciertas cosas que, en ocasiones, tienen con muchos convecinos que, por cierto, pagamos sus sueldos?
 
Finalmente, me asalta una duda en este tema y no acabo de descifrar: un agente que, seguramente, estará físicamente preparado, entrenado y con amplias nociones para repeler una agresión, bien no la primera, pero si al menos las sucesivas ¿cómo no pudo detener al agresor y zafarse de él antes de dejar, al pobre agente, “hecho un Cristo”? Espero al menos que todo el peso de la ley recaiga sobre el agresor y que sirva para que a otros no se les ocurra lo mismo en el futuro.
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