Nos encontramos en una época en la que Marbella debe mostrar su mejor cara para quienes nos visitan, y en la que a algunos de los rincones más céntricos se les da un serio lavado de cara (aunque me gustaría que se repasen ciertos puntos que adolecen de cierta limpieza), pese a que otros lugares menos visibles requieren urgentes medidas de higiene, existe un punto que diariamente llama poderosamente mi atención, y seguro que la de los miles de vecinos que circulan en sus vehículos por ese lugar, o bien peatones que frecuenten la zona.
Me refiero a la Plaza Monseñor Rodrigo Bocanegra, y más concretamente al Pirulí, esa especie de torre-linterna que se construyó en la época de Gil, en la que su material, una variedad del cobre, mantiene una capa de porquería sobre su caparazón que ha hecho convertir el color anaranjado en un naranja más bien grisáceo (tirando a negro). Creo recordar -si la memoria no me falla- que una de las primeras medidas del actual gobierno popular, en su anterior legislatura, fue precisamente, darle un lavado “a chorro” al mencionado Pirulí, el cual sufre diariamente los efectos de la contaminación de los miles de vehículos (coches, motos, autobuses…) que circulan por la conocida rotonda, bien en dirección al centro de la ciudad, o bien en dirección hacia San Pedro, así como utilizando el giro hacia Cánovas del Castillo y zona norte de Marbella (antigua circunvalación) o hacia el Palacio de Congresos (C/ José Melia). Poco a poco, sin darnos cuenta, la costra de mugre va acaparando toda la dimensión de la conocida y modernista torreta, cuestión apreciable mucho más durante el día que durante la noche.
Sugiero y recomiendo una actuación urgente en este punto, fotografiado por muchos de aquellos que nos visitan. Un “monumento”, el Pirulí en sí, que no es que sea una maravilla arquitectónica, que podrían haber hecho algo diferente en su día, que para horrendo existen otras obras en Marbella, que sí son en este caso monumentos al mal gusto (la fuente de Jacinto Benavente, la estatua rusa en Puerto Banús…), pero nos hemos acostumbrado a verlo diariamente. Eso no quita con que se cuando en vez se le debería dar un lavado de cara. Y pese a que me consta que el tratamiento del cobre no es barato precisamente, no creo que podamos permitirnos comentarios del tipo “la porquería que tiene el Pirulí…”, “ya podrían limpiarlo una mijita..”.
Vivimos, en parte, de dar una imagen de ciudad limpia. No podemos tener uno de los lugares más vistos, con esa apariencia de suciedad, en pleno centro y en pleno paso de todos. Si bien se están llevando a cabo acertadas actuaciones, como por ejemplo la lucha contra la cartelería publicitaria masiva en locales no ocupados o en otros espacios públicos, así como el tratamiento contra los dichosos chicles pegados a la solería, o las dichosas cacas de los perros, porque el tema de las colillas será motivo de un concreto comentario en esta Trastienda, el tema del Pirulí sucio llama mi atención diariamente, y veo que no se hace nada, ni nadie reivindica nada.