En algunos pueblos, y este es uno de ellos, existen ciertos rasgos de un fenómeno que denomino “tonteismo” (aunque muchos también lo puedan llamar simplemente “tonteo”). Gestos que demuestran ese mencionado tonteismo o tonteo, entre otros, puede ser la pretensión de algunos en ser conocido por su segundo apellido, omitiendo el primero, porque se trata de un apellido común, mucho menos rimbombante que el segundo; al igual que ciertas personas son demasiado dadas a nombrar a otras, integrantes de una misma familia, como “Los…” (continuando siempre con un apellido “de postín” claro está, nunca se hablara de “Los García”, por poner un ejemplo).
Siempre he pensado que cada uno debe ser conocido tal y como ha nacido, y por tanto como realmente es, y ser como uno es incluye el orden establecido en el Registro Civil, es decir, que si el nombre y apellidos son tal y cual, y normalmente a la gente se le conoce por el nombre de pila más su primer apellido ¿a qué viene indicar siempre el nombre completo porque el segundo suena a más alta alcurnia? o ¿qué mueve a ciertas personas a saltarse el primero para nombrar el segundo únicamente? Parece que Gómez, García, López o Sánchez (por nombrar algunos) no tienen el suficiente caché como para posponerlo al nombre de pila. Por eso, me parece cuando menos absurdo, por no decir estúpido, omitir el primero de los apellidos porque, a quien lo omite, le puede parecer simplón o bien con una acuciante ausencia de abolengo…
En Marbella tenemos conocidos casos en los que pocas veces se les nombra, y se dice el nombre más primer apellido (que como usualmente se conoce a las personas), sino que siempre se le da el mayor acento al segundo, pretendiendo con ello dejar claro que es quién es… ¡¡pero por el grandilocuente y altilocuente segundo apellido!! Peor me parece saltarse el apellido paterno porque el segundo suena de mayor estirpe, sobre todo porque si uno se llama de cierta forma, no hay por qué intentar o pretender omitir la línea paterna porque la materna suene con más alto linaje que un simple apellido común (como si los frecuentes nombres de familia, de los que existen miles, no sea suficiente para codearse con según que gente). También he tenido la oportunidad de conocer el cambio en el orden de los apellidos, simplemente porque el segundo (en ese caso, de origen alemán), sonaba mucho más espectacular que el primero. Incluso, no a nivel local sino nacional, sobre todo en televisión, hemos podido presenciar como algunos presentadores añadían, mediante guión, el segundo apellido al primero para otorgarles un don especial a la denominación.
En fin, historias de esta, nuestra querida Marbella. Situaciones que pueden parecer extrañas pero que, en esta Trastienda, al menos están presentes (aunque a algunos le pudiera o pudiese molestar…)