En el último artículo del año, y como continuación de anterior columna en este espacio libre de opinión, una vez sucedidos los históricos acontecimientos de la noche del 22 de diciembre, es momento de reflexionar sobre lo logrado, pero lo que es más importante aún, las existentes ilusiones renovadas y las ganas con que un grupo de (grandes) personas han tomado las riendas de una hermandad de referencia en Marbella, como es la del Nazareno.
Durante meses, un joven a la vez que experimentado conjunto de personas que tenían como objetivo común el deseo de un cambio, ha trabajado para disponer de, al menos, la oportunidad de optar a otorgar una nueva forma de hacer las cosas, para poner luz sobre algunas cuestiones que estaban rodeadas de bastante oscuridad y opacidad. Algunos han criticado e insultado a este grupo de hermanos nazarenos que simplemente se han rebelado ante las acciones y omisiones de las personas que dirigían la hermandad desde hacía muchos (bastantes) años. ¿Es que no tenían derecho? ¿Es que únicamente deben algunos, y sólo unos, llevar las riendas de esta institución? ¿Es que no existe otra gente capacitada, con ganas de trabajar, aunando experiencia y juventud, con tremenda ilusión y con el objetivo de dar un vuelco a formas demasiado anquilosadas?
Pues sucedió… Aquello que muchos pensaban que nunca ocurriría… aquello que era impensable, inimaginable, inconcebible, inalcanzable, inasequible, irrealizable… o imposible. Pero nada es imposible.
Desde que hace más de diez meses, cuando cuatro personas se sentaron en una mesa, con un sentimiento de hartazgo difícil de superar, con ganas de rebelarse ante un poder no establecido sino impuesto, ante un claro engaño, ante jugarretas que muchas personas no estaban dispuestas a soportar por más tiempo. A esas personas, que se conocían desde hace tiempo en algún caso, o en otros casos no habían hablado en su vida, pronto se les señaló al mismo tiempo que calificó de clan, cuando lo único que estaban haciendo era simplemente reunirse para comentar las cosas que no gustaban en su hermandad. Pero esas personas serían las que plantearían las cuestiones en el lugar establecido legalmente para ello, esto es, los cabildos como órgano supremo y legítimo de gobierno.
A ese minúsculo y reducido grupo de personas se fueron uniendo más, se supone atraídos por las cosas que planteaban, las cosas que querían y las formas en que lo planteaban. La piña, el grupo, la unión que se creó fue convirtiendo en indestructible, sólo por el mero hecho de haber creado unos lazos que no se pueden romper, porque están basados en la confianza y en la bondad. Se les tildó de ser "cuatro gatos", pero lo único que consiguieron algunos, con patrañas, mentiras, calumnias, insultos, menosprecios así como injurias y embustes, fue unir aún más si cabe sentimientos, ganas y esfuerzos.
Una de las cosas más bonitas que ofrecen las hermandades es que no saben (ni deben) distinguir entre razas, condición sexual, ideología, posición social o cualidades físicas e intelectuales. Todas las personas son aceptadas y son válidas. Tantas son las cosas que deben hacerse, son miles las cuestiones que arreglar, que todas las manos y cabezas son aceptadas para lograr el que se supone debe ser el fin primordial de una hermandad. Unos y otros tienen cualidades para determinadas ciertas cosas, pero todo es importante, porque uno sin lo otro impide que todo salga adelante. Desde los papeles a los tornillos…
Volviendo a la, sin duda, histórica (o histérica para algunos…) noche del 22 de diciembre de 2014, los que no conocen este mundillo cofrade, no pueden siquiera imaginarse lo vivido en la pequeña Plaza del Santo Sepulcro (antes, Plaza Virgen de las Lágrimas), en pleno Casco Antiguo de Marbella. Al margen de las felicitaciones de unos y otros, la sensación que seguramente les queda a muchas personas es que se ha hecho algo más que grande, inmenso tal vez… y se ha hecho de manera limpia, legal, con los Estatutos en la mano, y rompiendo algo que, parecía, era absolutamente imposible de hacer. Y eso creo que ha escocido, que no dolido, mucho a quienes pensaban que los cuatro gatos no serían capaces de provocar una movilización como la vivida.
No puedo sino retrotraerme al anterior artículo en La Trastienda, cuando afirmaba que si hemos visto dimitir a Sumos Pontífices, si hemos visto abdicar Reyes... ¿Por qué la Hermandad del Nazareno de Marbella no iba a dar la justa y ecuánime oportunidad a otros, distintos a los mismos de siempre, para dirigir el paso de esta insigne Hermandad?
Hasta en la capital Málaga están sorprendidos con el nivel de participación, en torno al 80%. Y es que había muchas ganas de cambio. Pese a que la diferencia de votos no ha sido excesiva, muchos tienen razones de peso para pensar que no fueron todos los que son ni todos los son, fueron.
Lo que sí es cierto es que el trabajo que existe por delante va a ser apasionante, difícil, complejo, lleno de obstáculos y problemas, pero la ilusión, las ganas y el apoyo que se tiene, no creo que vaya a frenar a este grupo que tantos ha esfuerzos ha destinado para poder tener la oportunidad de cambiar ciertas cosas en Marbella. El traspaso de poderes ha sido rápido e inmediato, como no podía ser de otra forma habida cuenta que nos encontramos a muy pocas fechas del comienzo del periodo cuaresmal. Y parece que el mencionado trasvase también ha estado lleno de absurdas dificultades y ridículos impedimentos, algo ilógico porque quien legítimamente no dispone del referendo en las urnas y que, además, las instituciones han dado por válidos los comicios, no puede dilatar ni impedir que se comience a trabajar, desde el primer minuto, en pro de la hermandad. Y así se está haciendo. Su tiempo ha pasado, salgan para dejar entrar.
Porque si decía en el anterior artículo que era la hora del cambio, esa hora llegó el 22 de diciembre. Porque nada es imposible (o eterno).