Las prisas, el trabajo, el estrés… y en general, nuestro ritmo de vida cada vez más exigente, pasa factura. Vivimos inmersos en un mundo de exigencias, dónde pareciera que el éxito, el trabajo y demostrar ser el mejor, fuera una condición "sine qua" para estar adaptados.
Somos como un coche en continua marcha que no para en boxes hasta que una de sus ruedas haya pinchado o su motor haya gripado. Y ese es el momento en el que no nos queda otra que pararnos en el arcén, llamar a la grúa y llevar al coche al taller.
Seguramente antes de estropearse, ese coche empezó a emitir señales. Alguna luz encendida, algún “extraño” al volante…pero con todo el ruido de dentro, no nos paramos a prestarle atención a los testigos. Seguimos apurando aún más las marchas… continuando sin paradas.
Homeostasis
Tendencia a resistir cambios con el fin de mantener un ambiente interno estable y relativamente constante. Cada vez que tu cuerpo es expuesto a una condición que lo desestabiliza, se activan en tu organismo respuestas biológicas que tratan de contrarrestar esa situación. Es el mecanismo encargado de asegurar la estabilidad manteniendo todos los valores dentro de la normalidad. En el caso del coche sería algo así como el termoestato que mantiene el motor a una temperatura óptima.
Estrés y agotamiento
Cuando nuestro organismo es sometido a una situación mantenida en el tiempo que sobrepasa nuestra capacidad, nuestro organismo necesita poner en marcha toda una serie de recursos de afrontamiento encaminados a cubrir la demanda del ambiente, sea social, laboral o personal. En consecuencia, sobreviene el agotamiento, la fatiga y el cansancio mental. Y si esto persiste en el tiempo, nuestra capacidad de respuesta inmunitaria se resiente. El estrés no nos enferma pero sí resiente nuestra capacidad para hacer frente a posibles amenazas, sean virus o patologías de cualquier otra índole.
¿Cómo hacer frente al estrés?
El primer paso es darse cuenta. El segundo, pararse. Y el último, y no menos importante, recuperar el equilibrio interior:
- Asume. Hay algo que debes cambiar.
- Ordena. ¿Cuáles son tus prioridades?
- Acepta quien eres. Toma el control de tu vida.
- Identifica y calibra tus emociones. Que no te desborden ni ningún estado se apodere de ti. Las emociones vienen y van, son sólo éso.
- Escucha tu cuerpo (presta atención a la forma en la que respiras, a tus necesidades fisiológicas básicas: sueño, hambre…, a si sientes dolor o tensión….) ¿Qué te apetece hacer? ¿Qué pide tu cuerpo?
- Llena tu día de cosas que te hagan sentir bien. Haz memoria y recuerda qué cosas o a qué sitios te gustaba ir cuando eras niño.
-Toma decisiones y actúa. El resultado final lo marcarán tus acciones. Solo en tí está el cambio.
"La vida es aquello que está sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes".- John Lennon