¿Cambio de tendencia?

09/10/2018
Esta semana nos llegaba la noticia sobre el cierre al turismo de una playa de Tailandia. La famosa playa de Maya Bay, donde no había turista que visitara el país que lo abandonara sin el preciado selfie. Un lugar paradisiaco, y prácticamente virgen, hasta que la película La playa, protagonizada por Leonardo DiCaprio, la hiciera tan famosa que solo trece años después de su apertura al turismo haya quedado totalmente destruida. 

La afluencia diaria de 5000 turistas y 200 barcos ha provocado un gran daño medioambiental a la Bahía Maya. Pese a los ingresos que supone para la economía, el gobierno ha decidido cerrarla ya que se ha perdido el 80% de su coral.

Cuando uno comenta este tipo de noticias no es baladí ni tampoco un ataque al turismo, que bien gestionado contribuye -y mucho- al desarrollo económico de una ciudad o una región. Pero si algo tiene la política es que, aunque a algunos no les guste mucho, debe regular para corregir los posibles efectos negativos, y en el caso del turismo que estos sean mínimos o, a ser posible, tengan un impacto positivo tanto para las comunidades como para el propio viajero.

Muchos destinos, antes de que el sello eco-friendly se pusiera de moda, llevan muchos años apostando por la sostenibilidad. Uno de ellos es Lanzarote que puede presumir de recibir la certificación Biosphere Responsible Tourism: un reconocimiento a su apuesta por la preservación y utilización de sus recursos naturales, la biodiversidad y el paisaje, pese a recibir millones de visitantes cada año. Bután, ese reino feliz en mitad del Himalaya, es otro modelo de desarrollo sostenible que busca el turismo de alto valor y bajo impacto con una limitación de 100 000 visitantes al año.

De este modo protegen su propia identidad -algo que precisamente el turismo de calidad busca en los destinos- y también el medio ambiente. Podríamos seguir con multitud de destinos que han sabido preservar su identidad y su medio ambiente: Suiza, Costa Rica, la isla de Cabrera, Eslovenia, las islas Seychelles, por citar algunos ejemplos de los muchos que han sabido gestionar el turismo a la vez que han preservado la naturaleza y su propia cultura.

La apuesta por la sostenibilidad es innegable. No solo aseguramos el turismo a largo plazo sino que huimos de la globalización y de sus procesos de aculturación que uniforman los destinos diluyendo su propia esencia.


La playa de Bahía Maya, en Tailandia. (Foto: Photo by Humphrey Muleba on Unsplash)

En la última feria de turismo de Madrid, FITUR, el turismo sostenible y los destinos eco-friendly han sido los grandes protagonistas. Este cambio de tendencia no es casualidad, en todo caso una necesidad que algunas ciudades o regiones adoptarán convencidos de reducir la huella ecológica y, que otros tantos se apropiarán, desgraciadamente, del sello en una mera estrategia de marketing.

Lo que a mí me gustaría es que en mi propia ciudad fuéramos más los que defendiéramos estos asuntos aunque al leer ciertas noticias uno vea atisbos de cambio, al menos en los discursos.

Leyendo diferentes noticias de estas semanas pasadas uno que suscribe este artículo sentía una cierta esperanza de que era posible un cambio de paradigma en la forma de entender el crecimiento de nuestra ciudad: una de ellas era la jornada celebrada en Les Roches y donde diferentes expertos y directivos llegaban a la conclusión de que el futuro del sector turístico en la comarca pasaba por apostar por un crecimiento planificado y basado en el equilibrio económico, social y ambiental. En definitiva, planificar el crecimiento de nuestras ciudades y nuestra región desde un desarrollo sostenible.

Otra de las noticias que me llamaba la atención en este sentido era el anuncio de una promoción de 13 villas de lujo en Benahavís, que contará con huertos orgánicos, jardines mediterráneos, árboles frutales, pensada para clientes de países nórdicos más exigentes con el medio ambiente, la alimentación ecológica o la economía circular.

Aunque no deja de ser una estrategia de venta, antes lo fueron las urbanizaciones en torno a un campo de golf, creo que es más acertado si lo que pretendemos como destino turístico es centrarnos más en la calidad y en un tipo de turismo más respetuoso con el medio ambiente y nuestra cultura
 
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