En cada paso, en cada clic te encuentras con su particular mirada de soslayo que te recuerda un pasado demasiado bochornoso para olvidarlo. Allí está surcando con una avioneta el horizonte azul del verano playero, en las marquesinas de las paradas de autobús o en la mayoría de los medios digitales y redes sociales, y como no en las tertulias apasionadas del feisbuk con sus defensores y detractores.
Hace poco la serie de Narcos nos traía la vida y muerte del narcotraficante Pablo Escobar. Ahora otro canal de televisión por suscripción nos resucita e intenta humanizar a otro villano, en este caso ibérico aunque al estilo Torrente, que viene promocionado por una fuerte campaña publicitaria cuyo título delata un tratamiento algo edulcorado de su vida y obra que parece que no hace mucha justicia a la verdad sino a esa costumbre tan española de ensalzar al pícaro pese a que este pueda ser de la peor calaña. Lo más hiriente es que esa campaña —que será a nivel nacional— inunde la ciudad cuyo protagonista hundió en la miseria moral y democrática.
Fue un estafador desde sus primeros negocios, un delincuente que pagó con cárcel por sus homicidios imprudentes en el negocio de la promoción inmobiliaria, un corrupto que sumió a la ciudad en la peor de sus famas posibles creando una escuela de corrupción urbanística a lo largo del mapa español. En eso último fue pionero, también en su imagen pública con camisa veraniega a pecho descubierto, en presentar programas desde un jacuzzi rodeado de mujeres y también en la tremenda condescendencia que logró de las instancias superiores para hacer lo que le vino en gana.
Que una empresa americana como HBO produzca una serie de este personaje es legítimo. No deja de ser un negocio en busca de rentabilidad y lo que analizan al producir un documental de este tipo es la audiencia y el aumento de suscriptores que el tema y el protagonista pueda lograr. Y no cabe duda de que su carisma de encantador de serpientes atraía a la gente y lo sigue haciendo observando las opiniones en las redes sobre su figura, aunque muchas de ellas se basan en una percepción pública del personaje y no en una real. Una de las cosas más chocantes es que en Marbella todavía haya tantas personas que lo defiendan pese a que se sabe perfectamente lo que hizo, a la mafia de la que se rodeó y de las consecuencias que sus más de diez años de gobierno y los seis de sus esbirros causó en las arcas municipales y en el futuro de la ciudad.
Una de las cuestiones más hirientes es que parece que este personaje colocó a Marbella en el mapa cuando realmente ya era un destino mundialmente reconocido precisamente por la multitud de aristócratas y famosos que la habían frecuentado y tenían residencia en algunas de sus villas. Ese tipo de turismo con Gil desapareció y nunca volvió. Al contrario, vino otro tipo de turismo sin glamur alguno, ostentoso, que se podía apreciar en las nuevas tiendas de decoración que con leones gigantes y otros ornatos horteras en sus puertas daban la bienvenida a los nuevos ricos.
Los hijos son algunos de los entrevistados y, como tales, sus palabras hacia su progenitor son amables. Después de todo a un padre se le perdona casi todo, sobre todo si te ha dejado un importante pastel. Más curioso es que se entreviste en dicho documental a Isabel García Marcos, otra delincuente condenada que, pese a luchar en la oposición contra ese ignominioso gobierno, terminó pasando al lado oscuro tras una moción de censura y formando parte de la trama mafiosa que fue procesada en esa macrocausa llamada caso malaya. Hablar mal de él y de ese periodo del ayuntamiento sería tirarse piedras en su propio tejado y por supuesto no lo hace.
No he visto los tres episodios restantes, pero no creo que entrevisten a los empresarios a los que arruinó, ni a los padres que sufrimos la falta de equipamientos educativos por la pérdida de un suelo con el que se especuló, ni a técnicos municipales que certifiquen el patrimonio enajenado, ni se hable de la tremenda deuda municipal heredada o de la falta de infraestructuras y equipamientos públicos que provocó en la ciudad.
Tampoco entrevistarán a trabajadores municipales que podrían confirmar como se encontraban pistolas en los cajones de los responsables políticos, de bolsas llenas de dinero escondidas en macetas de edificios municipales ni de las amenazas que sufrían ciertas personas que por escuchar más de la cuenta podían ser peligrosas. Recuerdo como una de ellas, buena amiga mía, me contaba como un día la llevaron en coche al final del puerto de la Bajadilla para insinuarle que podía tener un accidente si hablaba más de la cuenta. Es una historia de las muchas que se pueden y deberían contar para que no vuelva a repetirse este oscuro periodo.
Pocos programas y documentales sobre esta etapa de Marbella han hecho verdadera justicia con lo que realmente ocurrió, la mayoría han pasado de puntillas. Los daños llegan hasta nuestros días, pero las peores consecuencias son tan sutiles que solo los que conocen de forma profunda la realidad de Marbella saben hasta donde llegan sus consecuencias negativas y, lo peor, como a Marbella le costará limpiar estos lodos cuando muchas de las maneras y formas de actuar de entonces siguen perviviendo en el presente.
Ahora que El Pionero ha traído de nuevo a Gil a la actualidad es una buena oportunidad para exigir al Ayuntamiento de Marbella que solicite la ejecución de la sentencia firme del Tribunal de Cuentas por la cual se les exige a los herederos de Gil y Gil la cantidad de 108 millones que podrían redimir a la ciudad de Marbella y a sus ciudadanos, si es que se puede, por ser capaz de permitir que algo así sucediera.