Empieza un nuevo año con la ilusión de que la humanidad va a ser mucho mejor en su evolución y dejaremos atrás la discordia, el odio, la codicia humana, la insolidaridad y todos esos defectos que nos acompañan como especie. Una esperanza algo ingenua, imbuida de ese espíritu navideño más comercial que transformador, que la vida cotidiana se encarga de ponerla en su justo lugar.
Un bofetón de realidad como el que me ha producido ver, con mucho estupor y algo de vergüenza ajena, la crispación en las redes porque mujeres hagan de reyes magos y que me confirma lo anteriormente expuesto: no hay propósito de enmienda y el nuevo año solo es una mera continuación lineal del anterior. No ha habido salto cuántico en el progreso humano; el lado oscuro sigue ahí, la Fuerza no nos acompaña y además Carrie Fisher se nos fue.
Sin querer dar más cuerda a la polémica de los Reyes Magos, lo que más me sorprende es lo viral del debate que el debate en sí mismo. Me da la sensación que hay un excesivo afán de criticar y politizarlo todo: uno lee los argumentos y la verdad es que dan ganas de desconectarse de redes como facebook. En relación al asunto de respetar las tradiciones me resulta curioso que nadie dijera nada cuando la anterior delegada de cultura, Carmen Díaz, se disfrazó de Baltasar —incluso la periodista Concha Montes lo hizo aunque de Gaspar—, o que a ese rey mago se le unte de betún o a los que se han convertido en grandes defensores de las tradiciones no les choque que se alterne una carroza de los Reyes Magos con otra de Bob Esponja, Pokémon, Dora la Exploradora o la Patrulla Canina, al parecer naturales de Nazaret. Por no hablar de otros intrusos en nuestras fiestas como Papá Noel al que al menos no se ha politizado pese a vestir de un provocativo rojo.
Es raro que participe en cualquiera de los debates porque cada vez es más frecuente la falta de respeto por las opiniones del otro, la incoherencia, la crispación continua, el opinar absolutamente de todo, la agresividad y tanta gente cargada de razón, pero de la suya sola.
Leía varios artículos el otro día –el mío anterior iba en esa línea- que intentaban demostrar que con los datos en la mesa la humanidad estaba mejorando en muchos aspectos pese a la opinión generalizada de que había un claro retroceso. Una de las explicaciones es que somos mucho más críticos e intolerantes antes los errores e injusticias del sistema. Cada vez somos más exigentes y las malas noticias siempre se venden mejor que las buenas, de ahí que la impresión sea que todo está peor.
Y en ese aspecto las redes no ayudan mucho; alimentan algo muy español como es la crítica, que no el espíritu crítico, sacando lo peor de nosotros. Además se tiende a pensar que la opinión en las redes es la generalizada. Algo que a veces puede llegar a confundir cuando se convierte en una consejera para los políticos o para decisiones donde se sopese cuestiones de interés general. Por esas razones cada vez más este tipo de redes me producen rechazo.
De ahí que los estudios científicos o las encuestas se muestren fundamentales para confrontar nuestras creencias o opiniones sobre determinados asuntos con datos contrastados. Eso ha ocurrido con la Encuesta de Percepción Ciudadana que acabamos de realizar en este pasado diciembre desde la Delegación del Plan Estratégico a más de 800 ciudadanos a pie de calle para conocer su opinión sobre muchos aspectos de la ciudad: su satisfacción sobre la ciudad como lugar para vivir o trabajar, los servicios públicos o determinadas cuestiones de la ciudad relacionadas con las actuaciones del plan estratégico. Lejos de adelantar el estudio que se presentará de forma oficial en breve, lo que sí puedo resaltar es que la percepción ciudadana es mucho mejor de lo que se podría esperar, viendo la crispación en las redes.
Y para eso nos sirve la ciencia: nos acerca a la realidad y nos aleja de la ilusoria apariencia que representan nuestras creencias o esos falsos y apocalípticos escenarios que nos quieren vender con frecuencia los políticos más populistas para convencernos de que ellos solos nos podrán salvar del mismo.
La imaginación, junto a las creencias de cada uno, la dejaremos para construirles a nuestros hijos ese mundo de fantasía como son el cuento del ratoncito Pérez, la historia de los Reyes Magos o la de Papá Noel, por citar algunas de las tradiciones que les trasmitimos en nuestra sociedad.
¡Feliz año nuevo y que la Fuerza os acompañe!