Marbella -como cualquier comunidad, pueblo o ciudad del mundo- necesita de una identidad cultural para que los individuos que la forman puedan arraigar su sentimiento de pertenencia.
Cuando en la asociación Marbella Activa hablamos de este concepto no queremos en absoluto que se confunda con un sentimiento patriótico o actitud chovinista de lo nuestro es lo mejor, nada más lejos de la realidad. Todo ese conjunto de valores, formas de vivir, tradiciones, símbolos, y modos de comportamiento permite identificarnos y reconocernos como unidad frente a otros lugares o culturas.
Nuestra identidad, como cualquier otra, resulta vital para preservar la diversidad cultural, las raíces, la historia y, para nosotros, es la mejor manera de construir ciudadanía desde el cariño a lo propio evitando males relacionados con un cierto desapego hacia ese espacio público de todos llamado ciudad.
Cada año mueren muchas lenguas en el mundo (al ritmo de dos idiomas al mes) porque mueren sus últimos hablantes, lo que es una mala noticia para el patrimonio cultural humano. Cada vez que desaparece una lengua u otra manifestación cultural singular en el mundo, una parte de la historia de la humanidad se pierde y, con ella, una particular visión del mundo. Son conocimientos irrecuperables.
De ahí que la UNESCO haya preservado el flamenco o la dieta mediterránea declarándolos patrimonios culturales inmateriales de la humanidad. No solo importantes para los andaluces o los países mediterráneos, suponen, junto a otros tantos patrimonios, el rico y variado acervo cultural que nos pertenece al conjunto de la humanidad y que no podemos dejar perder.
He escuchado a algunas personas asegurar que Marbella no tiene identidad y nunca he podido estar de acuerdo. Una persona no puede carecer de ella. Esta será débil o muy marcada, nos podrá gustar más o menos pero la tendrá. La personalidad de una ciudad o de un individuo, tiene que ver con su presente y, sobre todo, con su pasado.
Si una persona olvida su pasado desaparece su esencia por completo, si no que se lo digan a quienes han tenido o tienen un enfermo de Alzheimer u otra enfermedad relacionada con la memoria. Dejan de ser las personas que eran y se convierten en una sombra triste e impávida de ellos mismos. Las personas necesitan la memoria para encontrar su equilibrio psíquico pero las ciudades no son menos, la necesitan para saber qué son y a dónde quieren ir. Da sentido y coherencia a su camino.
Quizás lo que le ha pasado a Marbella (como a otras ciudades muy turísticas) es que su señas culturales se han visto diluidas por el fenómeno de la aculturación que implica el turismo y el hecho de ser una ciudad cosmopolita habitada por más de 130 nacionalidades y visitada por otras tantas más. Y, quizás, porque no se puso remedio en aquellos momentos donde se valoraba más lo nuevo y moderno que lo tradicional. Nadie pensó en la importancia de preservar nuestra identidad porque entonces simplemente no éramos conscientes de su importancia.
Intentemos ser rigurosos: no es sólo el turismo ni haber mirado lo moderno como lo único válido ni tampoco habernos despreocupado del tema lo que nos ha hecho olvidar quiénes somos como pueblo. Hay tendencias globales que favorecen tener una personalidad pobre y que compartimos con muchos otros lugares. Fenómenos como la globalización, las nuevas formas de relacionarnos, o el cambio en las dimensiones de la movilidad han transformado la configuración del espacio facilitando esos procesos de influencia, asimilación de otras culturas y formas de ver el mundo que implica la aculturación.
Tampoco la idiosincrasia de una ciudad es algo estático ni debe serlo. Les sucede lo mismo a las personas, a quienes los sucesos y circunstancias de su vida les van añadiendo capas que formarán inexorablemente parte de su individualidad.
Lo que ocurre en ciudades como Marbella, como modelo de urbe cosmopolita, suma en lugar de restar porque nos ofrece una mayor riqueza humana y cultural, cuestión que no está reñida con conservar nuestro pasado, nuestra historia, nuestra gastronomía, nuestro léxico... nuestra fisonomía de pueblo andaluz empapado de mestizajes.
En definitiva, se trata de una identidad cultural, la nuestra, que se debe recuperar y potenciar a través de acciones encaminadas a ello: recobrando todo nuestro patrimonio, habilitando museos sobre nuestra historia y nuestras tradiciones, educando a los niños en el conocimiento de su entorno más próximo, su ciudad y su rica cultura.
Esa es la razón por la que en Marbella Activa tenemos en marcha varios proyectos educativos y etnográficos. Propuestas como rescatar la intrahistoria de nuestra ciudad a través de la realización de entrevistas a nuestros mayores, el desarrollo de materiales y propuestas educativas para ir “Recuperando la identidad” o un libro ilustrado infantil, sobre nuestra historia y nuestras actuales señas de identidad que permita a los escolares de Marbella y sus maestros disponer gratuitamente de material pedagógico sobre Marbella en sus colegios.
Estamos convencidos que los niños que hoy conocen su ciudad, la valorarán y serán ciudadanos más responsables el día de mañana con el lugar que habitan y no ciudadanos indolentes como algunos quieren ver en los marbellíes.