La vida está llena de paradojas. Una de ellas es que este pasado seis de diciembre fuera la efemérides de la Constitución tras 40 años en nuestro país y no haya mucho que celebrar. Nuestra pobre carta magna se encuentra hoy más amenazada que en la transición, debido a las tensiones territoriales y a algunas fuerzas nuevas que literalmente le quieren dar una patada.
La Constitución de 1978, ese marco de convivencia que marcó el inicio de la transición española, contó con el consenso de todas las fuerzas políticas para dar estabilidad a nuestras vidas en común. ¿Quién iba a decirle a nuestros padres que el bienestar social que ellos disfrutaron en la democracia sería mucho mejor que el de sus nietos?
Tras la resaca electoral de las andaluzas y los sorprendentes resultados es necesario discernir qué es lo que está ocurriendo en nuestra sociedad para que un partido como Vox haya irrumpido con tantos escaños en el parlamento andaluz. Debemos reflexionar para tener respuestas que expliquen cómo ha llegado a suceder esto.
Una de las razones que se esgrimen de los 36 años de gobierno socialista es el miedo de los andaluces a que la derecha gobernara. Curiosamente ha sido el propio pueblo andaluz quien ha dado el cambio trayendo a la derecha más rancia al panorama político. Muchos andaluces han perdido la confianza, estaban decepcionados; muchos castigaron con su voto y otros tantos -demasiados- se abstuvieron.
No es sano para las instituciones ni para la democracia que un mismo partido gobierne tantos años; por salud política y por la necesaria regeneración de los partidos. Otra cuestión es el que cambio llegue con partidos cuyas propuestas retrógradas estén impregnadas de misoginia, xenofobia y de una intolerancia más propia de fascismos de otra época con tintes cañís.
Algo que no es un hecho aislado de España si observamos ese mismo fenómeno en otros países ¿ha sido una concurrencia de circunstancias o forma parte de una campaña orquestada? Posiblemente ambas.
El surgimiento de los antiguos fascismos en la Alemania nazi o en la Italia de Mussolini como el auge actual de la extrema derecha en Hungría, Francia, Polonia, Brasil o en España con el nacional catolicismo de Vox pueden tener un denominador común: un contexto de crisis económica, de desigualdad, de malestar y conflictos sociales, de corrupción, de precariedad laboral, de falta de altura política y de esperanza en un futuro mejor que llevaría a los electores a votar desde las entrañas en lugar de con la cabeza.
Ese puede ser el caldo de cultivo pero además es necesario que alguien prenda la chispa. En mi opinión más bien va por delante el oportunismo de personas que ven en la política una oportunidad de ascenso, un nicho laboral donde hacer carrera. Meras operaciones de marketing disfrazadas de política por gente sin escrúpulos que se nutren tanto de la desafección y de la incultura política como de la frustración social.
El discurso de la ultraderecha es un populismo que se clona y que se multiplica en las redes con contenidos manipulados que repiten ciertos mantras que el ciudadano rápidamente los hace suyos, generando una percepción falsa de la realidad con problemas que no son tales (como la inmigración en España). Campañas electorales que se aprovechan del cabreo colectivo y utilizan el miedo como una mecha que propaga rápida y efectiva sus mensajes. Pocos se identifican con el conjunto del programa, aunque convence a muchos a los que conecta con algo que les duele: la violencia de género, la inmigración ilegal…
El caso del éxito de Vox tampoco se exime de factores extrínsecos. Llama la atención —por no decir que es más que sospechoso— que la campaña la haya hecho Steve Bannon, el mismo asesor que tuvo Trump y también padrino de Marine Le Pen, entre otros. Un personaje sombrío que ha creado en Bruselas The Movement (El movimiento) con el objetivo claro de terminar con la Unión Europea, fomentando la coordinación de los movimientos antieuropeístas, nacionalistas y populistas para hacer un frente común (me imagino que con la última intención de quitar el poder a una fuerza económica de la magnitud de la Unión Europea frente a los Estados Unidos). Al más puro pragmatismo norteamericano, divide y vencerás.
Me llamó poderosamente la atención que tras el triunfo en las urnas las condiciones de Vox para apoyar la investidura del Partido Popular fueran la semana santa y los toros, la eliminación de las autonomías, recuperar Gibraltar, construir un muro de Ceuta a Melilla o derogar la ley de memoria histórica, entre otras. ¿Estas son medidas para sacar de ese atraso que muchos criticaban a Andalucía y para generar el cambio que necesita? Podría haber sido la educación, la sanidad, reformas estructurales o la investigación en I+D+I.
Ahora que se cumplen 40 años de Constitución sería bueno recuperar ese espíritu que llevó a todas las fuerzas políticas de la transición a trabajar desde la concordia y el diálogo pensando en el bien común y en un futuro de paz, libertad, justicia y convivencia democrática como propugna nuestra carta magna.